Capítulo 84: Aniversarios en lugar de funerales.

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¡Hola, flor! Antes de que empieces a leer, vengo a darte una noticia que creo que no te gustará mucho, pero allá va de todos modos: este mes va a haber poquitos capítulos de Sabrae. De hecho, no volverás a tener nada nuevo hasta el 23, que es lunes, y no sé si el finde siguiente ya podré subir normal. La razón es que voy a tener un examen importantísimo el 28 de mayo, el primero de la oposición que empecé a preparar en septiembre, y, la verdad, tengo que esmerarme estudiando, así que no voy a tener tiempo para escribir. Nada me gustaría más que seguir citándome contigo todos los fines de semana, pero de momento creo que tendremos que dejarlo aquí.

¡Nos vemos el 23!

Había visto muchas veces esa expresión en la cara de mamá: los ojos abiertos, las cejas arqueadas como las bóvedas de una iglesia, casi acariciándole el nacimiento del pelo. Por lo menos la expresión de la parte superior de su cara me resultaba familiar, pero no la sonrisa que había en su boca, en lugar de la mueca de disgusto que siempre acompañaba a esa mirada que, curiosamente, sólo me dedicaba a mí. Mimi no era capaz de decepcionarla como lo hacía yo, y Aaron le dedicaba tan poca atención que incluso el anuncio de que había cometido un genocidio sería una buena noticia para mi madre, porque eso significaba que su primogénito estaba en casa y le estaba prestando atención (aunque bastante más de la que a mí me gustaría).

Y todo por las pintas con las que había salido a recibirla y lo que llevaba en brazos. Acostumbrada como la tenía a pasearme por casa en pleno invierno con camisetas de tirantes de bandas de heavy metal que, por lo menos, me reservaba para escuchar en los auriculares, verme con la camiseta de One Direction que Sabrae me había procurado hacía ya horas era un cambio cuanto menos curioso...

... aunque nada comparado con el hecho de que el crío que tenía en brazos no era Duna, a la que nadie le extrañaría que se comportara como un koala con problemas afectivos conmigo, sino al mismísimo Dan Tomlinson. Ese mismo niño que, desde que Sabrae había decidido que la tenía lo bastante grande como para dejar de detestarme, había asumido ese papel que, gracias a Dios, mi ahora novia había dejado vacante.

Y ahora, él tampoco podía separarse de mí. Me preguntaba quién sería el siguiente en declararme persona non grata, y recé internamente para que no fuera Shasha.

Me había sido prácticamente imposible despegarme del crío desde que lo enganché en la grada. Se había dedicado a correr detrás de mí cuando estábamos en el escenario, gritando mi nombre y agitando una bandera bisexual de forma frenética entre sus brazos como si estuviera tratando de decirme "conozco tu secreto, puto estafador de la heterosexualidad, ¡sal del armario!", y cuando por fin yo me había dado cuenta de que era a y no a su hermano, con quien yo me estaba dedicando a dar brincos como un poseso mientras cantábamos (bueno, Tommy la cantaba; yo, más bien la destrozaba) a gritos Act my age, se había detenido en seco frente a mí y me había señalado los hombros.

-¿Me subes otra vez, porfa?

Porfa.

Porfa.

Daniel William Tomlinson diciéndome porfa a . Y poniéndome ojitos. Definitivamente, lo que no obraba Dios, podía conseguirlo One Direction.

-¡Claro que sí, hombre! ¡VEN AQUÍ!-bramé, y me lo había subido a los hombros, y no sabría decir quién se lo había pasado mejor, si él con una nueva perspectiva del mundo, sintiéndose en la cima, o yo disfrutando del hermano pequeño que nunca había llegado a tener. Me llevaba demasiado poco tiempo con Mimi como para poder hacer cosas como aquella, y escuchar a Dan reírse sobre mi cabeza mientras agitaba los brazos en el aire, sin tan siquiera agarrarse a mí porque sabía que no le dejaría caer, había calmado la fiera de mi interior y había hecho que, durante unos instantes, olvidara lo que le había hecho a Sabrae cuando me cantó Ready to run.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora