Capítulo 87: Todo es mejor en Grecia.

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¡Muchísimas gracias por tu paciencia, flor! Volvemos al calendario de siempre ᵔᵕᵔ ❤

-Bueno-se burló Scott, arrastrando mucho la E mientras se giraba y le dedicaba a su hermana una sonrisita llena de suficiencia que no me habría importado borrarle de la cara de un tortazo-. ¿Qué se siente al tener que esperar, por fin, por Alec?

-Ya creíamos que no venías-dijo Max, con el brazo alrededor de la cintura de Bella. Me alegraba que a alguien le fuera bien en su vida amorosa, aunque visto el tiempo que tenía él para disfrutar de su chica y el que yo tenía para disfrutar de la mía, por mucho que lo intentara no podía dejar de tener envidia.

-¿Y perderme la ocasión de ver a Diana en bikini otra vez? Max, Max, Max. Tantos años de amistad, y todavía no te has dado cuenta de quién soy-ronroneé, rodeándole los hombros a Sabrae con el brazo y atrayéndola hacia mí para besarle la cabeza. Ella me devolvió el beso en el pecho; sus labios ni siquiera rozaron mi piel. Lo cual me dolió, no te voy a engañar.

Aunque debo decir que no me sorprendía la distancia que nos separaba. Llevaba comportándose así desde el concierto, y una parte de mí, esa parte oscura de la que ella siempre había tratado de salvarme, estaba convencida de a qué se debía: podía perdonarme cuando la miraba a los ojos, ya que era su punto débil... pero no cuando mi carisma la embriagaba de tal forma que sus sentidos se embotaban y no escuchaba las señales de alarma.

-Nuestro amor soporta cinco minutos de retraso-le respondió Sabrae a Scott, acariciándome el pecho de una forma superficial. Respuesta incorrecta, nena. La quería desesperada. La quería ansiosa. Quería que quisiera aprovechar cada puto segundo juntos, y que cada minuto que me retrasara le pareciera una ofensa cuyo perdón yo tendría que trabajarme a pico y pala.

No quería que me perdonara. Quería que me obligara a ponerme de rodillas y me hiciera demostrarle lo mucho que me importaba.

Porque sus torturas significarían que yo también le importaba a ella.

-¿Seguro?-espetó Scott, a quien me apeteció meterle los dientes en la parte trasera del cráneo de una patada-. Porque, si no recuerdo mal, hace unos días te volvías completamente loca si mamá pillaba demasiados semáforos en rojo de la que volvíamos de comprar.

-Lo he hecho por ti, S. Me encanta ponerte nervioso y que me reclames por hacerte esperar-repliqué. Puede que Saab y yo no estuviéramos en nuestro mejor momento, pero si había algo que los dos teníamos claro es que nos guardábamos las espaldas. Ver a Scott meterse con Sabrae había sido divertido durante esos años de absoluta estupidez por mi parte en la que había sido poco más que la hermana petarda de uno de mis mejores amigos, pero todo había cambiado cuando había probado sus labios por primera vez, y ahora... ahora todavía seguía probando sus labios. Poco, pero lo seguía haciendo.

Lo nuestro se había enfriado muchísimo desde aquella estúpida petición que le hice durante el concierto. La fiesta había sido esa especie de extraña calma que precede a una movida de las gordas, como cuando el cielo se oscurece y se avecina una tormenta. Solo que la tormenta no había sido la que yo me esperaba. En lugar de explotar cuando me acerqué a ella, ya en la intimidad de su habitación, me había asolado una brisa. En vez de a mi chica volcán, capaz de crear y destruir continentes enteros, sólo me había encontrado con una cáscara vacía. Yo no había sabido cómo reaccionar. Creí que con mi cuerpo podría consolarla, pero cuando me había dicho que no le apetecía esa noche, una mezquina parte de mí se había alegrado. Y eso me había acojonado muchísimo.

Sabrae era la última persona que yo creí que podría decepcionarme, y con aquel distanciamiento era exactamente lo que estaba consiguiendo.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora