Capítulo 35: La razón por la que existe la astronomía.

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 ¡Hola, flores! Voy a intentar, y subrayo el intentar, subir capítulo este lunes 26, en celebración del cumpleaños de Sabrae. Y digo "intentar" porque este domingo 25 son los Oscar, así que no sé cuánto podré escribir el fin de semana ni lo cansada que estaré el lunes para terminarlo (es probable que mucho, así que no te hagas demasiadas ilusiones, por favor; detestaría decepcionarte). Para el caso de que no suba capítulo el 26, tendréis uno el día 1 de mayo, en celebración de la adopción de nuestra pequeña reina. Estad atentas a mi twitter para ver cómo avanzo con la escritura, que quizá tengamos suerte y volvamos a vernos antes ☺
Que disfrutes del capítulo, feliz cumpleaños de Scott, y feliz Día del Libro🎆🎆🎆 


Noté cómo el palo de la fregona que las limpiadoras se habían dejado en mi habitación comenzaba a doblarse a medida que mis amigos hacían más y más presión en la puerta, y por enésima vez, lamenté haberlos llamado a todos. ¿Por qué había sido tan gilipollas de pedirles ayuda a Jordan, Tommy, Scott, Logan y Max cuando podría apañarme sólo con Jordan? Tampoco es como si partiera de cero; Sabrae me había escogido la ropa que llevaría al día siguiente, cuando me dieran el alta y pudiera regresar a casa y, por fin, estar con ella.

Al hecho de que mi estancia había sido larguísima, elevando la media de convalecencias en todo el hospital en casi dos semanas, teníamos que añadir que el viernes me habían traído a un compañero de habitación que reclamó su espacio, como es natural, en los armarios y las estanterías comunes. Su nombre era Josh, tenía once años, y lo habían trasladado a mi habitación porque estaban reparando una fuga en el área de Pediatría, así que tenían que reubicar a todos los pacientes de su planta como buenamente podían. Claire había sido la encargada de darme la noticia, preparada para defender la decisión de la gerencia del hospital contra mis reticencias a perder la poca independencia de que había gozado durante mi convalecencia alegando que me vendría bien tener un compañero con el que entretenerme, pero la verdad es que no protesté. Me parecía una locura haber aguantado mes y medio sin compañía en el hospital; sospechaba que los de administración habían hecho auténticos malabares para conseguir que la cama a mi lado estuviera siempre vacía para que mi madre pudiera dormir en ella entre semana (y no descartaba que las galletas que les horneaba regularmente tuvieran algo que ver en sus esfuerzos).

Además, me gustaban los críos. Claire lo sabía. Así que no tendría ningún problema con un enano al que chinchar cuando nos dejaran solos. Aunque me hundió un poco ver el estado de mi compañero; no sé por qué, en mi cabeza me había imaginado a un crío relativamente sano, con una pierna escayolada como mucho, no un pequeño delgaducho de piel pálida y pelo rapado prácticamente al cero. Se me hundió el estómago al darme cuenta de qué enfermedad lo tenía encerrado en el hospital, el tiempo que llevaba y el que aún le quedaría, haciendo que lo mío fuera un paseo. Sin embargo, pude recomponerme rápido gracias a esos reflejos de jaguar que me caracterizaban; aún no había perdido todas mis dotes de boxeador (solamente el físico, por desgracia), algo que agradecieron sus padres. De modo que, cuando el crío entró con timidez y curiosidad a la vez, me incorporé en la cama y le dediqué la más amplia de mis sonrisas, mientras mi madre miraba a los padres del pequeño con mal disimulada lástima.

-¡Hey! ¿Qué pasa, figura? Soy Alec, tu compañero de farra.

-Yo soy Josh.

-Ah, qué guay, como Josh Hutcherson. El de Los juegos del hambre-especifiqué cuando vi que arrugaba la nariz-. Venga, ¿no has visto la peli?

-No.

-Bueno, ya tenemos algo que hacer, entonces. ¿No crees? Podríamos hacernos unas palomitas, bajar las persianas, correr las cortinas y montarnos una buena sesión de cine, ¿qué opinas?-me dedicó una sonrisa radiante, de dientes un poco torcidos.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora