Intenté por todos los medios recordarme a mí mismo que debía mantener la calma. Que Sabrae, ya de por sí muy intuitiva en lo que a mí respectaba, era capaz de ver los cambios en mi estado anímico como quien ve una película, así que la ayuda que le proporcionaban las pantallas a mi alrededor no me ayudarían a camuflar la angustia que subió a chorro por mi interior.
Pero era muy difícil.
Muy, muy, muy difícil.
No, no, no, no, no... empezaron a rezongar las voces en mi cabeza, un coro infernal compuesto tanto por mis demonios como por aquellas voces que trataban de defenderme de ellos incluso cuando yo sabía que me merecía todo lo malo que me decían. Era mi voz interior, mi conciencia, las voces de mis amigos y demás gente a la que yo quería, modulándose para reproducir la única palabra que le había escuchado a todo el mundo. No puede estar embarazada. No puede estar embarazada. No podemos tener un bebé ahora.
NO PUEDO SER PADRE.
NO HE TERMINADO LA TERAPIA.
NO VOY A SER BUENO PARA ELLOS.
Y SABRAE NECESITA TENER A ALGUIEN BUENO A SU LADO.
Dios mío, ¿qué quiere hacer con él? ¿Quiere tenerlo? ¿Quiere abortarlo? Espero que no quiera tenerlo. Estoy fatal de la cabeza; apenas puedo conmigo mismo, ¿cómo voy a ser capaz de cuidar a un bebé? ¿O DE CUIDARLA A ELLA?
No sabía por qué, pero me preocupaba más por Sabrae, que podía valerse por sí misma, que por un enano cuya agenda se compondría de exclusivamente tres tareas durante meses.
Además, ¡no tengo un puto penique! ¿Cómo se supone que los voy a cuidar? ¿O a mantener? Entre los viajes y el voluntariado estoy en bancarrota, ni siquiera tengo para pipas, ¿cómo voy a...?
¡Ay, mi madre, el voluntariado!
Sin poder evitarlo, miré mi ordenador, ya componiendo el correo en el que le suplicaría a Valeria Krasnodar que me comprendiera, que estaba a punto de ser padre adolescente, que había tenido un terrible accidente de moto que me impediría reincorporarme a mi puesto de trabajo en una amplia temporada, y que por lo tanto no tenía dinero para cubrir las necesidades de mi pequeña familia inesperada. Asumiría las consecuencias de los daños que le había ocasionado a la Fundación, y me comprometería a devolverle hasta la última libra que había invertido en ellos, intereses e indemnización a considerar exclusivamente por los directivos de WWF incluidos, pero por favor, por favor, necesitaba que me devolvieran todo el dinero que fuera posible, en el menor tiempo que fuera posible.
Estimada señora Valeria Krasnodar,
Lamento la tardanza a responder a su correo. Asumo toda responsabilidad de cualquier trastorno que haya podido generarles, a usted y a su Fundación, a la cual respeto mucho. Verá, es que recientemente he sufrido un accidente automovilístico (nada grave; estuve en coma una semana, pero parece ser que no tendré secuelas a largo plazo, más allá de las molestias en los huesos y la posible pérdida de movilidad en el brazo derecho a consecuencia de que una barra de una cabina telefónica me atravesó el hombro como si yo fuera un pincho moruno) que ha trastocado mis planes a corto-medio plazo, por lo que no me sería posible fijar una fecha para mi incorporación al voluntariado hasta dentro de unos meses.
Lo cual es bastante divertido porque resulta que mi novia está embarazada, así que dentro de unos meses es posible que tenga el doble de su volumen (que, la verdad, tiene bastante gracia, dado que mi novia es minúscula), por lo que, con toda la humildad del mundo, apelo a su sentido de la solidaridad y la empatía, que la caracteriza tanto a usted como a la Fundación a la que representa, para que acceda a liberar el dinero que he desembolsado para el voluntariado, permitiéndome así ocuparme de mi familia.
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G u g u l e t h u (Sabrae III)
RomanceTras los meses de la más absoluta felicidad que ha experimentado Sabrae en toda su vida, ha tenido que aprender por las malas que no se le puede poner un vendaje al corazón para impedir que sienta. Lo hace de todos modos, y más intensamente, quizá...