Capítulo 22

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3:56 a.m.

Cada sonido a su alrededor era una molestia para Donovan, el sonido de las hojas de los árboles agitarse por el viento, los grillos escondidos por la propiedad, autos que pasaban cerca.

Su hermano había dejado un hueco en su mente, algo extraño estaba ocurriendo con ambos, una conexión interfería y mezclaba sus pensamientos, sus sentimientos, incluso su magia. Esa interferencia era Eider, la pequeña humana con la que había chocando en lo que creyó que fue un accidente. Lo creyó hasta ese momento que comenzó a unir cada suceso extraño que había ocurrido alrededor de ella.

No estaba en la Tierra por casualidad, no había llegado en un año al azar por órdenes de sus reyes. El Universo si había puesto de su parte para que ese encuentro sucediera, un plan más allá de su poder estaba sucediendo en ese momento. Al conectar su mente con la de Dominik un golpe de realidad lo derrumbó mentalmente, una ola de sentimientos que su hermano estaba reprimiendo lo atacaron sin piedad. Sintió en todo ese tiempo tantas emociones, esta tan perdido en un laberinto sin señales de alguna salida.

Emociones que jamás había sentido en su hermano, en ese momento se apoderaban de él, no estaba cerca de la luz como siempre. Estaba un paso más cerca a la oscuridad que Donovan conocía a la perfección, se sentía unido a su alma y mente, como nunca antes se había sentido.

Cerró los ojos, visualizando la habitación de Eider, su cama, el color de sus paredes, cada uno de sus muebles, pensando en ella, en lo que debí estar haciendo despierta tan tarde. Al abrirlos estaba dentro de la oscura habitación, al igual que había llegado de rodillas, logró teletransportarse y el precio de tal acción fue perder el conocimiento, se dio cuenta muy tarde del error que acababa de cometer, no poseía la fuerza suficiente en ese momento, no se dio su tiempo para fortalecerse y ese fue el terrible resultado.

«Oh no», fue su último pensamiento antes de azotar contra el suelo.

Cuando recuperó el conocimiento, el sol ya había empezado a asomarse, duro tanto tiempo inconsciente que ya estaba amaneciendo. Se levantó con cuidado, algo mareado, de manera temblorosa, hasta quedar derecho frente a un espejo que adornaba la habitación de Eider. Sus ojos rojos brillaban ante la poca oscuridad que quedaba en el lugar, la venas negras se extendían hasta su rostro, los colmillos habían brotado ante tal uso de su poder, al igual que sus garras. Dio unos cuantos parpadeos para que volvieran a ser dorados y espero unos segundos a que te todas las facciones que pudieran aterrar a Eider desaparecieran.

Su respiración estaba tranquila, la podía oír desde su posición, no había salido de su armario en toda la noche, tampoco había dormido hasta ese momento. No deseaba despertarla y espantar algo que ella anhelaba hacer desde hace tiempo, que era descansar, a pesar de sus deseos, entró al armario para sacarla de ese incómodo lugar.

Acurrucada entre ropa que estaba tirada en suelo, se encontraba Eider, no parecía haber estado aterrada toda esa noche, se le veía tranquila sin algún problema en el mundo. Algo que Donovan dudaba que duraría unas horas más o al menos unos minutos, por la constante intervención de un sujeto extraño que aterroriza a Eider antes de poder llegar a un sueño profundo.

Era algo que no le permitía soñar, su vida ya era terrible como para que un monstruo aterrorizara su único momento de paz, la única vez que podía alejarse de su realidad por unas cuantas horas.

La cargó con la poca energía que había recuperado hasta su cama para que estuviera cómoda, arropó con sus mantas a Eider para mantenerla caliente, su piel estaba helada de estar en suelo sin algo que la cubriera. Acomodó sus almohadas y alejó alguna otras para que no hubiera muchos bultos en su cama que le impidieran moverse en ella si así lo quería.

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