Capítulo 82

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Kairlan.

El campo de entretenimiento estaba lleno de guerreros, una fila de obstáculos se adueñaban del gran espacio, desde muros hasta plantas venenosas. El príncipe Donovan dio la orden de superar los obstáculos, el primer grupo en completarlo sin atorarse o lastimarse, se libraría de correr diez vueltas por el campo. Le mostró lo fácil que era cruzar por los obstáculos incluso con la armadura, nadie lo creyó posible salir sin un rasguño de la fila de pruebas, pues Donovan tenía experiencia de siglos.

Un detalle que ayudó a los guerreros a soportar el humor del general Donovan, fue cuando Eider se les unió, se colocó junto a su prometido para hablar con él, llevándose toda su atención.

—Dormiré con Kailynn esta noche.

—No lo harás —contestó de inmediato.

—No te estoy pidiendo permiso, te aviso que dormiré con Kailynn.

—Y yo te estoy diciendo que no lo harás.

Se cruzó de brazos, Donovan recargó su espada en el suelo para recargase en ella hasta que su cara quedó frente a Eider. Su rostro tenía tierra, tuvo que resistir las ganas de limpiárselo.

—Te hace falta un buen descanso.

Evitó una discusión, no le pareció correcto tenerla frente a los guerreros, hablaban suficiente de unos poderes inexistentes, los seres del reino aseguraban que poseía cierta magia para controlar un hombre del tamaño de Donovan. Desde que defendió al comandante Omny y se anunció el compromiso, hablaban de ella.

Se alejó de Donovan cuando le dejó claro su plan, no llegó lejos, la tomó por la cintura hasta pegarla a su cuerpo.

—Si deseas pasar tiempo con mi hermana, dile que nos acompañe en nuestra recámara, hay suficiente espacio, pueden tener su momento de chicas conmigo, prometo no molestar.

—¡Claro que no!

Frotó su nariz con la de Eider con cariño, le parecía adorable enojada, aunque en ocasiones lograba hacerlo enfurecer, le causaba ternura que creyera que podía contra él. Eider lo alejó al ponerle una mano en su frente, dándole un empujón leve, su sonrojo no pasó desapercibido para Donovan.

—Si crees que puedes pasar una noche sin mi compañía, estás muy equivocada.

—Nos despediremos en la cena, amor —le dijo Eider con una sonrisa fingida —, no te preocupes.

Se alejó antes de que pudiera detenerla, por más que estiró el brazo no pudo regresarla a su cuerpo. Caminó confiada de que la discusión terminó, hasta que escuchó el caer de la espada en la tierra. Con un vistazo supo que Donovan dejó su puesto para seguirla, fue cuando Eider comenzó a correr en dirección al castillo.

«No debió correr», pensó Donovan.

Contuvo un gruñido, corrió detrás de ella sin importarle la cantidad de hombres que dejó con su mirada en él. Le dio caza a su chica por los pasillos del castillo, Eider fue inteligente al esconderse, pero Donovan pudo encontrarla con el latir de su corazón. La aprisionó contra una pared al dar con ella, Eider gritó del susto.

—Creo que me gusta que huyas de mi —confesó Donovan, puso sus manos contra la pared a espaldas de Eider —, me recuerda a la caza.

—Te excita pensar que me cazas —murmuró al notarlo en sus ojos rojos —, ¿verdad?

No necesitó de una respuesta, el cuerpo de Donovan le mostró lo mucho que le gustó darle caza. Muchas reacciones en Donovan lo delataron, no sólo sus ojos que cambiaron de color, también por su respiración agitada, al tomar aire lo hizo por la boca, mostrando sus colmillos.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora