Capítulo 44

1.1K 147 34
                                    

El bello atardecer se reflejó en el mar, pintando el agua de hermosos colores que le robaban el aliento a Eider. Sentada en la arena, sintiéndola pegada en cada parte de su cuerpo hasta incomodarla, permaneció unos largos minutos admirando la vista. Pidió un momento de paz, lo obtuvo, lo usó para apreciar la suerte que tenía de estar en ese preciso momento, disfrutando por primera vez en muchos tiempo, su vida. Respiro con profundidad una última vez antes de ponerse de pie, sacudió la mayor cantidad de arena pegada en su piel.

Los gemelos y Kailynn regresaron a la casa antes del atardecer dándole un momento para ella. No la dejaron completamente desprotegida, Solaneus permaneció en el mar, a unos metros de Eider, haciendo lo suyo, disfrutando de su agua como un niño que ve por primera vez el mar. Eider lo esperó de pie cerca de la orilla hasta que Solaneus decidió salir y unirse a ella, las gotas de agua se resbalaron por su cuerpo hasta que quedó seco.

—Se nota que disfrutaste del mar. —Eider empezó a caminar a la casa con Solaneus detrás de ella —. Tiene sentido, es tu hogar.

—Estaba conociendo la vida marina, recolectando cada detalle del mar de tu mundo —le dijo —, no siempre se da una oportunidad para explorar otro mundo.

—Habrá más oportunidades, puedes venir cuando quieras, sabes donde encontrarme.

—Venir fue un reto para mi, dejar mi reino es algo peligroso, no puedo hacerlo seguido, no sin nadie que tome mi lugar.

—Eso significa que no volverás a visitarme.

—Tu me visitarás, después de mi boda tendré más magia de la que tengo ahora y podré llevarte.

—Pensé demasiado en ese momento de soledad —confesó —, mis pensamientos fueron demasiados, muchos de ellos eran sobre que no se me daría la oportunidad de verlos de nuevo.

—Volveremos a vernos —le aseguró —, no pienses en que te dejaremos aquí y nos olvidaremos de ti.

No solo lo pensaba, hasta podía sentir que se olvidarían de ella, que lo que vivió con ellos solo sería un sueño, un muy extraño sueño. La vida continuaría y Eider podía sentir que ella no podría continuar, que se quedaría atrapada entre la existencia de ellos y su mundo. Subieron las escaleras hasta llegar a la piscina de la casa, Eider se acercó a la regadera para quitarse la arena antes de entrar.

—¿Me puedes traer una toalla? —le pidió  Solaneus, pero en lugar de hacerle caso, con su magia junto toda el agua que estaban en el cuerpo de Eider —. A veces olvido tu magia.

—Pude haberte quitado esa arena yo mismo pero es adorable ver como haces tus cosas de humana.

Entraron en la casa, sintiendo el aire acondicionado al instante, como el olor de comida. Katherine estaba acomodando la mesa, Enzo se encargaba de limpiar el desastre de la cocina, los demás observaban sin ayudar.

—¿Donovan puedes sacar la lasaña y ponerla sobre la mesa? —Donovan obedeció y del horno sacó la lasaña —. ¡Está caliente!

Que estuviera caliente no fue un problema para Donovan, la sacó sin ayuda hasta ponerla en la mesa como se le pidió. Enzo y Katherine se le quedaron viendo con la boca abierta, se quedaron  sin palabras al ver que no sufrió algún daño.

—Huele deliciosa —habló Eider en voz alta para que la vieran a ella y no a Donovan —. Me muero de hambre.

—Pueden sentarse, ya todo está listo.

Los extremos de la mesa rectangular fueron tomados por Enzo y Katherine, quedando seis lugares de una mesa para ocho personas, tres de cada lado. Todos los demás permanecieron de pie esperando que alguno tomara asiento y así decidir donde sentarse.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora