Capítulo 69

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Kairlan.

Recorrieron el pasillo con los escoltas preocupados del paradero de Kailynn, quien les presentó a Eider como su amiga íntima. Le hicieron reverencia sin estar seguros de la relación a la princesa, con el reino o de alguna realeza en otro lugar.

Por seguridad, Kailynn mantuvo sus conversaciones privadas, a pesar de que le aseguró que los gemelos no tenían motivos para encontrarlas, ni por vista, olfato o audición, no se confío de la magia, ni de la discreción de los seres que trabajaban en el reino.

—Me miran como si fuera a apuñalarte.

—Así miran a todos los que se me acercan —le aseguró, no la hizo sentir bien —, no te harán nada.

La curiosidad era la razón principal de verla, les parecía extraña, una combinación de reinos, su cabello siendo castaño, sus ojos azules y su piel pálida. Era una contradicción, no era común ver seres con apariencias mixtas, eso creían de Eider, que era un ser de lugares mixtos. Como aseguró Solaneus, asumían que era de Neverek, la creencia de los ojos era fuerte, aseguraban que el color te podía mostrar el reino del que provenían.

Los escoltas no eran los únicos con su atención en Eider, también los que servían al reino, en especial los hombres. La belleza extraña de la visita los tenían cautivados, haciendo que dejaran de trabajar para verla, unos dedicaron más de una mirada a su dirección. Las mujeres también mostraban su interés en la misteriosa compañía de la princesa.

Era pequeña, de apariencia frágil a diferencia de Kailynn, no les pareció del todo extraña, los seres de la realeza eran altos, aterradores, la sangre pura de las creaciones. Tampoco era la mujer más pequeña que conocían, había seres de distintos tamaños.

—¿Quieres ver a Donovan?

—No puedo verlo aún.

—Lo veremos de lejos, puedo escuchar que están entrenando, no se dará cuenta que estamos viéndolo, no con la magia.

La tomó con fuerza del brazo, corrió por el pasillo jalando a Eider con ella, obligándola a correr. Los escoltas corrieron detrás de ellas, escuchaban sus armaduras al moverse. El aire le empezó a faltar con facilidad, era un pasillo largo y Kailynn era muy rápida. La llevo por una sala con armaduras, luego por una con armas, pensó que sus pulmones tendrían un descanso pero se equivocó cuando la hizo subir una larga escalera de piedra.

—Necesito respirar.

—Estamos cerca. —Le ayudó a subir las escaleras —. Solo uno poco más.

Subió correctamente la primera parte de escaleras, la siguiente Kailynn prácticamente tuvo que ayudarle, estaban por pedir ayuda de sus escoltas para ayudarla a subir pero llegaron a la terraza del campo de entrenamiento.

—Me ejercito a diario, puede que me haya dado una pausa cuando me visitaron, pero no creí que perdí tanto la condición —balbuceó ante la falta de aire —. Necesito volver a correr.

Uno de los escoltas le sirvió agua, le entregó el vaso, Eider bebió todo antes de agradecerle. Además de bonita, les pareció amable, demasiado amable para ser alguien en su posición. Estaba al tanto de todos y de todo, lograba que los demás se sintieran presentes porque ellas los notaba, no solo por las miradas a sus direcciones, por las sonrisas, incluso los pequeños saludos con sus mano y asentimientos con su cabeza a modo de saludo.

Era tan atenta que les provocaba nervios.

«Alguien tan bonita no debería ser tan atenta», pensó Ecasi.

Los escoltas se miraron entre sí, pensando lo mismo, era presa fácil, los hombres devorarían a Eider si no se le daba protección. Temieron por el bienestar de una chica que no conocían, una chica que solo apareció siendo la mejor amiga de la princesa que cuidaban.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora