Capítulo 62

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Kairlan.

Se preparó el mejor de los platillos por la visita del rey de Drocor al reino de Kairlan, ambos reyes entraron en el castillo después del incidente en el bosque. Se hicieron ver como los buenos amigos que eran, riendo sobre viejas memorias en el castillo. A pesar de la molestia que le causó encontrarlo de forma íntima con su hija, no duró el enojo en Dorian, se volvió preocupación que no dejó que afectara el buen humor de Solaneus.

Su amigo le ayudaba a distraerse del malhumor, por unos instantes olvidó lo herido que regresó su primogénito, pudo dejar de lado sus problemas.

Subieron las escaleras, la mejor de las salas en el castillo era la que daba la vista del bosque de un lado, luego el más precioso de los jardines del otro. Estaba al aire libre de cierta forma, no había paredes para poder apreciar en realidad las bellezas que le ofrecía estar en la cima. El castillo no estaba situado en un lugar plano, se construyó en una colina dándole a cada recámara una vista y tamaños distintos como niveles. Había bastantes salidas conocidas por la realeza, desde puertas gigantescas, hasta las salidas del calabozo.

Unas salidas daban con la ciudad principal del reino, otras directamente al bosque, unas en acantilados, como salidas directo al camino del reino vecino de Drocor. Eran grandes cantidades de salidas por el tamaño inmenso del castillo, aunque la mayoría estaban cerradas con magia, solo seres de la realeza podían abrir puertas que no eran las principales.

Al llegar a la sala real se les recibió con vino, los reyes tomaron las copas pero no se sentaron, fueron a la terraza para ver el bosque. La vista del mar combinado con el bosque era una maravilla de vista, muy a lo lejos se notaba el reino de Drocor como una borrosa figura rodeada de agua. Ni siquiera el bosque se comparaba al gran territorio de Drocor que podía rodear con facilidad el mundo.

—Hueles a Kailynn —susurró Dorian —, no de buena manera, si mi esposa lo nota estaré muerto, ambos lo estaremos, te quemará por tocarla y me quemará a mi por permitirlo.

—Es mi prometida, debo oler a ella, y ella huele a mi, así el mundo sabe que es mía.

—Eso es después del matrimonio, no antes, aleja tu malditas garras de ella —le advirtió —, somos amigos pero ella es mi hija, su bienestar me importa más que el tuyo.

—Suena justo.

Caminaron al otro lado de la sala para tener la vista del bello jardín del reino, no tuvo que verla para saber que la princesa estaba en el jardín, podía sentirla como un cosquilleo. Estaba algo lejos para capturar su aroma como de costumbre, pero si lograba oírla como susurros.

Al llegar al borde apreció el jardín, era precioso, con un lago incluido, un pequeño puente, como cientos de flores distintas y árboles. Todos conocían ese jardín como de Kailynn, ella le dio esa vida con sus propias manos, a cualquier sirviente que le preguntaras te respondía que ella se hacía cargo de su belleza. Incluso los seres que visitaban el reino sabían que ella lo cuidó.

Daba vida de forma natural a las plantas, no era una magia, ni un poder como el reino de Hikaun, era algo distinto.

Era como el sol que necesitaban las plantas para crecer.

—Está triste —le comentó Dorian —, no solo por ti, por perder su luz, ahora todo muere por su frialdad, lo único que soporta su tacto son sus misma flores, las únicas que puede crear.

La vieron hablándole del jardín al príncipe de Hikaun.

Las garras del rey se encajaron al borde de la terraza raspando la piedra, los celos brotaron de su piel como fría agua, empapando la misma piedra que acaba de dañar.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora