Capítulo 68

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Drocor.

El primer día pasó entre presentaciones y un gran recorrido del castillo, se le hizo rápido y terminó cansada después de la larga caminata. Eider no quiso comer en todo el día, no tenía apetito, se negó a tomar algo más que agua. El nudo en su estómago no despareció para el segundo día, por eso Solaneus pensó en llevarla a un lugar donde no estuviera rodeada de seres desconocidos, un lugar tranquilo donde podría comer y sentirse como humana, sin miedo.

La magia era fuerte en el castillo, los seres la desprendían, entendía el nerviosismo de Eider, era mucho poder para una humana.

La recámara de Solaneus era gigantesca, la sorpresa de Eider fue grande al encontrar una salida marina en su interior. Era un círculo que desprendía su propia luz de una forma que no podía descifrar, era una forma natural de agua dentro de un castillo.

—¿Aquí te das baños?

—En ocasiones, aunque suelo usarlo como salida.

Una larga cueva que llevaba a una isla, un centro de paz que Solaneus guardaba como tesoro, un lugar que la realeza se pasaba de generación a generación. Solo podía accederse desde la recámara real, encontrarla por fuera era trabajo imposible, la magia la protegía.

—Se ve aterradora.

—Lo es pero te lleva al paisaje más hermoso que puedas imaginar, con la arena más blanca que existe en mi reino.

Continuó mirando el inicio de la cueva, de lo que imaginó en la recámara de Solaneus, jamás pasó por su mente que tenía un agujero en el piso repleto de agua que se conectaba al mar. Cuando regresó su vista a Solaneus, el ya no llevaba ropa, solo lo que le pareció ropa interior, porque dudo que pudiera ser un traje de baño.

—¿Vamos a nadar?

—Eso haremos, los trajes de baño no existen aquí pues los seres de mi reino pueden secarse con rapidez o proteger sus prendas, los de otros reinos suelen nadar desnudos o con finas prendas que no los mantengan presos bajo el agua —comentó —, la opción es tuya, a menos que por causalidad trajeras un traje de baño.

Miró su vestido del día, era verde azulado, grande y pesado para meterse a nadar con él, no era buena nadadora, si entraba con vestido se hundiría. Comenzó a quitárselo sin tener un plan de como meterse en el agua sin estar desnuda. Quedó en corpiño y ropa interior, le dio frío el lugar, la tela era delgada, casi transparente, si se mojaba quedaría expuesta.

—¿Tienes una camisa que pueda usar?

Hizo que apareciera una camisa blanca en sus manos, se la entregó a Eider, ella se la puso, le quedó como vestido. Le hizo un nudo por la espalda para que no quedara tan largo y le molestara, se sintió cómoda.

—Ahora debo pedirte permiso para usar mi magia contigo, una vez que estemos bajo el agua no podrás darme tu consentimiento con tus palabras. Si tienes buenos pulmones, no es necesaria la magia...

—Puedo aguantar la respiración treinta segundos, máximo —contestó de inmediato —, usa la magia, mientras no me haga vomitar o convertirme en un maldito pez, esta bien, tienes mi permiso.

—Es como un beso, por eso pido permiso —le explico haciendo sonrojar a Eider, su vergüenza se mostró también en Solaneus por tener que proponer una solución —. No un beso normal, bajo el agua soplaré en tu boca para que puedas respirar.

Se miraron por unos segundos, una risa nerviosa se escapó de Eider, su rojo se puso más rojo.

—Donovan te arrancara la cabeza —rió sin poder contener sus nervios —, perdón, no puedo dejar de reírme.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora