Capítulo 29

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Drocor.

El clima no había mejorado para ningún reino alrededor del reino de Drocor, cada día y noche era constante lluvia, con relámpagos. Impidiendo que los demás seres cumplieran con sus trabajos o continuaran con su vida normal. A pesar del problema en el que se estaba convirtiendo la tormenta interminable, el rey de Drocor ignoraba los daños que estaba causando.

Se encontraba recargado en el balcón de su castillo, donde las olas del mar golpeaban con furia los muros del castillo. Veía el desastre de clima que había creado, pero su mente estaba en la magia que podía usar para viajar a otro mundo.

—Está nevando demasiado en mi reino —La voz que escuchó a sus espaldas le borró las ideas —. Imagine que el rey que controla el agua de este mundo tendría idea de lo que ocurre.

Se giró lentamente, ni el viento pudo mover consigo su capa que combinaba con el gris de las nubes que ocultaba el cielo azul. No sorprendido de la imagen del rey, confirmó que era el causante de la tormenta que tenías días sin parar. Ni su capa pudo cubrir las venas azules que se brillaban en su cuello, ni siquiera sus puntiagudas y amarillentas uñas.

—No es un buen momento para visitas.

—Creo que es el momento perfecto —Los ojos grisáceos de Solaneus cargaban la misma furia que la tormenta —. Parece que quieres inundar este mundo.

—No es un buen día.

—Lleva sin ser un buen día desde hace días —La intensidad de la tormenta disminuyó un poco por la presencia del rey Neros —. Tus dientes me dicen que estás listo para arrancarle el cuello a alguien, un poco más y eres uno de tus wendroks.

—Ese tipo de magia dejó de existir hace siglos —Lo invitó a pasar a su castillo donde podría secarse —. Todo ese potencial se fue cuando se hizo el descubrimiento de los vínculos.

—La magia no deja de existir, es lo bello de esto.

—¿Quiere beber algo, su Majestad?

—Un té estaría perfecto.

Con un chasquido de dedos tenía a sus sirvientes sirviendo el té, mientras el rey Solaneus se encargaba de secar el atuendo del rey Neros con su magia.

—¿Cuanta magia de teletransportación posees? —preguntó —. ¿Cuál es tu alcance?

—Tengo casi dos mil años y me veo igual de joven que tú, con eso puedes darte una idea de donde enfoco mi poder —le dio un sorbo a su té antes de responderle —. Es lo suficiente como para que yo pueda moverme con libertad en este mundo.

—¿Ya no puedes viajar a otros mundos?

—No traeré al príncipe Donovan devuelta a este mundo, si eso es lo que quieres que haga.

—No me importa el príncipe Donovan.

—Somos dos entonces, fue una de las mejores decisiones que a tomado mi sobrino, desterrarlo.

—La princesa Kailynn está en la Tierra —Eso llamó la atención del rey —. Necesito traerla de vuelta o al menos ir yo.

—¿Qué hace tu prometida en la Tierra?

—No tengo idea.

—¿Tanta repulsión le diste como para que se fuera de este mundo? —se le escapó una risa al decirle eso —. Parece que la propuesta de matrimonio no salió como esperabas.

—No es momento de bromas.

—Lo sé —continuó riendo —, es que era obvio que tendría una reacción así ante un matrimonio arreglado, esas cosas ya no se hacen, tenemos suficiente con un Daesros recordándonos las atrocidades que hacía nuestra especie por poder, no hay necesidad de otro.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora