Capítulo 79

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Kairlan.

La realeza se separó en grupos durante la tarde, las reinas fueron al jardín principal, Eider y Kailynn lograron escaparse de la plática entre ellas. Tomaron rumbo al campo de entrenamiento donde sabía que estaría el resto de la realeza. Mientras los reyes y príncipes estaban desde el segundo piso viendo lo que ocurría en el campo, ellas en lugar de irse a la torre como la primera vez, optaron por ir directamente con los guerreros para tener una mejor vista.

Con las chicas lejos, Solaneus entró a la recámara de Kailynn, tenia curiosidad de cómo se veía su espacio. Entró con facilidad, no había ningún escudo de protección, le molestó que le hiciera falta uno, no la quería expuesta, aunque fuera su castillo no se confiaba de los seres en el.

Le sorprendió que no era blanca como la mayoría de recámaras en el castillo, era una combinación de dorado con verde, las sábanas eran verdes, los cuatro postes eran dorados. Había plantas lo que le sacó una sonrisa al rey, su amor por la naturaleza le pareció adorable. Repisas repletas de perfumes adornaban las paredes, como una gran cantidad de espejos, notó muchos vestidos amontonados en su cama, mostrando su complicada elección de su atuendo del día.

El rey tocó las hojas de sus plantas dándoles vida, no podía crear flores, pero podía evitar que murieran. Aunque no necesitaron de mucha atención, Kailynn las tenía en un estado cercano a la perfección.

Cerró los ojos por unos instantes, el aroma de Kailynn lo estaba transformando en una insaciable versión de su ser.

Al abrirlos su atención fue captada por una de las paredes, unos cuantos dibujos se encontraban pegados en ella. Se acercó para tener una mejor vista de lo que dibujaba, encontró lápices, pinturas, varios colores. Volvió a sonreír por su pasión en dibujar flores, tomó sus dibujos en sus manos. Le fascinaban los árboles, como el bosque, eso pudo notarlo, no eran tantas flores como imaginó.

La sonrisa despareció cuando llegó al dibujo de unos ojos azules, no eran los suyos, esos eran azules cielo, bajo unas gruesas cejas oscuras. No había ni un rastro de verde, ni gris, era azul uno claro, conocido.

«Conozco estos ojos», pensó Solaneus.

Cambió de dibujo, dando con el rostro del dueño de esos ojos azules, el amargado y frío rostro que le provocaba enojo sin razón.

—Joel Carter.

El susurro se perdió en las paredes de la recámara, continuó mirando los dibujos, eran de él se quedó atrapado pasando dibujo tras dibujo del mismo hombre. Algunos eran de su rostro, no volvió a encontrarse con solo un dibujo de sus ojos, pero si de su mandíbula con sus labios, uno con su sonrisa y otros cuantos de cuerpo completo.

—No deberías estar aquí.

No se molestó en darse la vuelta para ver a su amigo, continuó mirando los dibujos, pensando en cómo debía reaccionar o tomarse la fascinación de Kailynn.

—¿Crees que exista la posibilidad de una conexión de la familia de Eider con los Kair?

—Creo que buscas una excusa estúpida para negar lo que está frente a tus ojos —respondió Dorian al acercarse a su amigo —, es un tonto capricho, no te tortures.

—Un capricho sería un maldito dibujo.

—Quiste invadir su espacio, lo lograste, ahora que encontraste algo no te hagas el sorprendido o el molesto, te lo buscaste.

—Esa no fue mi intención.

—Nadie te obligo a entrar en su recámara.

—¿Por qué no está obsesionada conmigo?

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora