Capítulo 9

1.7K 225 26
                                    

8:00 p.m.

Después de estar doce horas trabajando para su padre, Eider se sentía agotada, odiaba que le pusiera ese tipo de castigos por llegar tarde. Aunque si pensaba en cómo habían castigado a Donovan, su castigo a comparación no era tan malo. El día finalmente había llegado a su fin, podría descansar sus pies que estar parada por tantas horas era una tortura para sus pies.

— Tu turno ha terminado, cariño— se le acercó su padre— lo hiciste muy bien.

— Espero que estes contento, tu hija apenas y siente los pies— le dijo mientras lo seguía hasta su oficina para que el trabajo de los demás siguiera en su curso y sin interrupciones— ¿Y Donovan?

— Viene detrás de nosotros— respondió su padre— no te ha dejado sola en ningún momento, solo cuando descansaste fue cuando lo vi alejarse unos minutos para ir al baño.

— ¿Lo has estado observando todo este tiempo y no le has ofrecido algo para comer?— estaba molesta— no pude dejar casi mi puesto como para asegurarme que estuviera bien,

— Él no es mi responsabilidad— se encogió de hombros— debiste dejarlo en la mansión.

Estaba enojándose con su padre, trataba muy mal a Donovan y él no le había hecho nada. No le había permitido dejar su puesto por mucho tiempo, sabía que no era su responsabilidad el estar atento a lo que necesitara Donovan en lo que se acostumbraba al hotel, pero al menos la hubiera dejado acercarse para ver cómo estaba o que él pudiera hablar con ella si necesitaba algo.

Joel Carter no era un mal hombre, solo era un padre preocupado por su única hija que tenía a un extraño en su mansión. Conocía a Eider y se confiaba demasiado rápido de las personas, él no, su deber como padre era asegurarse que estuviera a salvo. Por eso había puesto a prueba a Donovan toda la tarde casi como a Eider, espero muchas veces que se fuera, que se cansara y desapareciera.

Algo que jamás ocurrió, Donovan no se alejo mientras Eider trabajaba, se encargó de cuidarla incluso en un hotel con tanta seguridad como el suyo. Le daba lastima que no había comido nada o bebido algo en todo ese tiempo, creyendo que había sido demasiado duro con él.

— Quiero dormir— llego a la oficina de su padre y corrió de inmediato al sillón para acostarse en él, se deshizo de los tacones y sintió un alivio— jamás vuelvo a llegar tarde.

— Vuelvo en un momento— Joel salió y se encontró con Donovan quien esperaba en el pasillo, no lo habían invitado a pasar— ve con Eider, ya termino con su trabajo.

Entró y la miro quejándose por el dolor de pies, asumió que sus zapatos le habían causado tanto dolor, no eran adecuados para estar de pie por tantas horas.

— ¿Cómo estás?— ignoró su dolor de pies y se concentró en Donovan, le dio unas palmadas al lugar a su lado cuando se acomodó bien— siéntate.

— Déjame ver— tomó el pie de Eider y comenzó a masajearlo— pronto te sentirás mejor.

Un hombre de su tamaño se supone que es más rudo que atento, Donovan era ambos. No entendía como algunas veces podía ser insoportable y otras veces era tan atento a lo que necesitaba. La forma en la que fue criado daba mucho que decir, si podía ser un príncipe después de todo.

— ¿No tienes hambre? ¿Quieres algo de beber?

— Estoy bien— respondió sin dejar de masajear sus pies— no me voy a morir por un día que no coma o beba algo, te recuerdo que estuve en la guerra, algunas veces pasábamos días sin nada.

— Suena horrible, eso es algo inhumano.

— Las guerras son de todo menos humanas.

Al regresar, Joel se encontró con la sorpresa de que Donovan masajeaba lo pies de Eider mientras ella le platicaba de su día. Había salido para traerles de comer, parecía que en verdad se preocupaba por su hija como decía hacerlo.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora