Capítulo 31

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3:26 a.m.

Después del evento, regresaron al hogar de Eider, mucho antes de lo planeado por la incomoda platica que tuvo con su padre, que arruinó sus ganas de estar un poco más en el evento acompañando a su madre.

Se revolvió en sus mantas, queriendo encontrar un lugar cómodo para dormir unas horas, buscando el lugar fresco en su cama, descansar hasta que su alarma la levantara para evitar un mal sueño. Su plan fue perfecto durante las pasadas noche, evitando a Daesros en todo momento, no tenía un descanso completo pero si la dejaban satisfecha las pocas horas de descanso que tenía al día. Se acurrucó en bolita en el medio de su gigantesca cama, rodeada de almohadas para sentirse protegida. Cerró los ojos esperando caer muy pronto en su sueño por el cansancio que sentía sobre su cuerpo, debía aprovechar cada segundo que se le otorgaba.

Creyó estar despierta todo ese tiempo, cada momento que quiso acomodarse, cayó en un profundo sueño más pronto de lo que imagino. Estaba dentro de un sueño, por esa razón no podía dormir de nuevo, solo sentirse cómoda, al menos por unos instantes antes de que la pesadilla que tanto se esforzó en esos días por evitar, la recibiera con los brazos abiertos. Algo jalo su manta lentamente, tan lento que hasta que Eider sintió el frío del aire en sus pies, se dio cuenta de que tenía compañía.

—No, por favor —se abrazó a su almohada —, hice las cosas bien, no tienes que estar aquí.

No le serviría de nada intentar hablar con el monstruo que se encargó de deshacerse de su manta, la que la mantenía segura y cálida. No le importaba el sistema que Eider creo para evitarlo, Daesros se podia adaptar a cualquier cambio y Eider no sería la excepción, menos cuando sintió la esencia de la luz en unos de sus sueños.

Lo escuchó masticar la manta por unos momentos, como si de ahí pudiera saborear la esencia de Eider, lo único que podía hacer hasta que llegara a conocerla en verdad, hasta que su sueño se hiciera realidad. En esos segundos, Eider se movió poco a poco para poder huir de su cama, el reflejo de Daesros apenas y podía notarse en el espejo, estaba oscuro como Daesros, lo único que veía eran sus ojos brillar, como siempre.

A cuatro patas se mantenía mientras devoraba la manta de Eider, no parecía que le gustaba estar de pie, algo que ella agradecía, era gigante. Lo aterrada nada se lo podría quitar, no cuando lo escuchaba a sus espaldas, cuando lo veía a través de su espejo. Movió de mala forma una de sus piernas, haciendo que su cama emitiera un sonido que alertó a Daesros, un movimiento que Eider lamentó con toda su alma, su error.

No dejó que escapara, ni que reaccionara, con fuerza la tomó por las piernas que dejó al descubierto al arrebatarle la manta. Un agarre fuerte, doloroso, que la arrastró por su cama tirándola al suelo. Golpeó su pecho con fuerza cuando la jalaron, incluida su barbilla, ni los brazos pudo meter para ayudarla a no lastimarse. Deseo que eso fuera lo ultimo, que el dolor de la caída la despertaría, que estaba por terminar la pesadilla, y no fue así.

La arrastrada regresó, la quería llevar debajo de la cama, no tenía nada enfrente para agarrarse, y las patadas que trató de darle a Daesros no le funcionaron, solo aumentó la fuerza con la que la jalaba hacia él. Entre gritos y llantos, se agarró a su suelo con las uñas, sin importarle si las lastimaba, no sentía que saldría con vida si la arrastraba por completo.

Sintió que ese era su fin, que hasta ahí llegaría si vida, hasta que una luz entró y poco a poco iluminó toda su habitación, haciendo chillar al monstruo que la tenía agarrada, logrando que le soltara y que Daesros huyera de la luz que se apoderó su habitación en segundos, liberándola.

...

3:34 a.m.

Los latidos del corazón de Eider alertaron a los Kair que algo ocurría, los levantó de inmediato, Dominik corrió por los pasillos aún desconocidos por él, guiándose por el sonido, subiendo por las escaleras hasta llegar a la habitación de Eider, sin tocar ni nada entró encontrándose con ella en suelo hecha un mar de lágrimas.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora