Capítulo 89

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Donovan.

La historia de Daesros termina con una disculpa, las lágrimas empapan mis mejillas, el monstruo hace un gran trabajo al hacer del sueño en el que me encuentro muy realista. No estamos en su mente, nos transportó a un recuerdo.

No es capaz de mostrarme el presente, no vive en el, pues Daesros no tiene vida, él vive en los recuerdos, en los sueños, por eso me trajo a este recuerdo en específico, lo metió al sueño en el que me encuentro para hacerme una idea de lo que ocurre. Así como me mostró un recuerdo de los primeros latidos de mi bebé, ahora me muestra el sanatorio.

Dice que es un recuerdo de mi padre, quien regresó a Eider a Meroun después de que gastara mi energía en sacarla de él. Ahora que sé lo que pasara, lo odio por traerla de regreso, Eider no merece estar en mi mundo, no puede presenciar el sufrimiento que Dominik sentirá. En el recuerdo de mi padre, él acuesta a Eider junto a Dominik para que nuestro bebé se calme, quien es un remolino de emociones. Daesros dice que es como yo de actitud, aunque su magia me supera, es una combinación de nuestros poderes.

Es luz y es oscuridad, es hielo y es fuego.

Mi Eider lo llama caos, nuestro pequeño caos.

—¿Recuerdas a Joel?—le pregunto.

—El enamorado de la princesa Kailynn —menciona con el mismo tono que usa cuando habla de Solaneus —, imposible olvidarlo.

Otros relacionan el nombre de Joel como el padre de Eider, menos Daesros, su mundo gira en torno a mi hermana a pesar de estar conectado a Eider. Mi hermana es la única a la que no puede visitar en sus sueños, no sin dañarla o dañarse, por lo que representa, Kailynn lo liberó del castigo, no lo trajo a la vida, pero si lo volvió más hombre.

No piensa visitar sus sueños hasta que sea el momento indicado, será la última mente que atormente para ponerle fin al castigo, para renacer. Repetirá la historia, renacerá, dentro de los sueños de una princesa de la luz, similar a la creación del monstruo de las pesadillas, que inició en los sueños de una princesa de luz, la que lo llevó a la muerte.

—Un día Joel me mostró una fotografía de Eider, de su niñez, guardada en su billetera —comienzo a contarle —. Sentí celos, no solo porque tenía tan preciada posesión, los sentí porque era padre de tan maravillosa hija.

—Sé que nunca fuiste cercano a tu padre...

—Además de mi mala relación con mi padre, en aquel momento fueron más mis celos porque creí que jamás podría ser un padre.

—Entiendo.

—Eider está embarazada, esperando a mi bebé, puede que sea una preciosa niña o un maravilloso niño y no podré estar ahí —le dije sin importarme si me veía llorar o no —. No podré llevar una billetera que no necesito, con el único propósito de cargar en todos lados una fotografía de mi bebé para presumirla.

—Lo siento, Donovan.

—No lo digas, no cuando ayudaste en este plan de mierda —le pido —. No quiero odiarte, pero me lo haces muy imposible, Daesros.

—No soy el malo.

—Lo sé, soy yo —murmuró —, mi preciada alma, la del gran Lazarus, el creador de tan maravilloso plan.

Revivir la historia de mi abuelo y el antiguo portador de mi alma no me hizo sentir compasión por el hombre, era cruel y teniendo tantas soluciones eligió la más egoísta para mantener su alma en grandeza. Lo peor de todo es que somos iguales, hubiera hecho lo mismo, tomando las misma decisiones egoístas. Me queda claro que el hombre completo que no fuimos Dominik y yo, sería la exacta versión de Lazarus.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora