Capítulo 71

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Kairlan.

Caminaron por el bosque, Donovan entrelazo sus dedos con los de Eider para darle un paseo por el lugar que conocía de memoria. Le tomó de media hora para dejarla de abrazar, la ayudó a levantarse y desde entonces recorrían el bosque de regreso al castillo. Su magia los llevó lejos del reino, tan lejos que estaban más cerca de Drocor que de que Kairlan.

Notó las miradas que le daba cada cierto tiempo, no mencionó nada en ningún momento, sin embargo Donovan sabía que estaba procesando su apariencia, una que no era linda, ni agradable de ver para nadie, menos una humana.

«¿No soy tan horrible o si?», se preguntó Donovan.

Se obligó a pensar que no lo era, de serlo no estaría tomada de su mano, alejó las inseguridades de su cabeza. Hasta que la vio echarle otro vistazo y fruncir el ceño. Miles de escenarios horribles cruzaron frente a sus ojos, cada uno peor que el anterior.

«Existe una larga lista de razones para dejarme por el horrible ser que soy, puedo tolerar todas ellas, menos que me deje por ser feo»

Nunca se consideró un hombre feo, no con la gran popularidad de Dominik entre las mujeres. Tenían el mismo rostro, no la misma personalidad, que era lo que consideraba los más horrible en si mismo, la mayor razón de que todas huyeran de él y no de su hermano gemelo.

No podía compararse al rey de Drocor, nadie llegaba a su gran belleza, sabía que Eider consideraba hermoso a Solaneus. No tenía oportunidad alguna contra un hombre como él, su único consuelo era que Eider lo escogió, pero no sabía por cuánto tiempo duraría esa decisión.

—Los colores de mi reino te lucen preciosos —comentó sin mirar su vestido —, no son mis colores favoritos pero pueden serlo con solo verlos en ti.

—Es la tercera vez que comentas sobre los colores y como me lucen —se burló Eider —, ¿que ocurre? ¿Estás nervioso?

Odió no poderle mentirle y decirle que estaba bien, no quería revelar su estado de preocupación por su apariencia.

—¿Te parezco feo? —Hizo la pregunta sin poder evitarlo —. Es una pregunta por curiosidad.

—No me pareces feo —rió —, la respuesta correcta sería diferente, en mi mundo esas cicatrices no existían, no son muy notables pero si me llamaron la atención.

—Puedes ser sincera conmigo, sopórtate que me llames feo.

Le dio otra larga mirada recorriendo desde su barbilla hasta su frente.

—Sus rostros, no solo el tuyo, eran simétricos, un rostro atrayente para el ojo humano, su básica belleza era fácil de asimilar y considerar hermosa —le explicó como pudo el cambio —. Aquí son únicos, los rasgos que tienen a pesar de su parecido al rostro humano, son de gran sorpresa, me estoy tomando mi tiempo para asimilarlo.

—Esa fue una explicación demasiado larga para llamarme feo.

—No eres feo, tu atractivo cambió, eso es todo.

«Es demasiado linda para decirme que estoy del asco», pensó Donovan.

—No tiene nada de malo que pienses así, la belleza de tu mundo es distinta al mío.

Los seres con menos magia, los que estaban alejados de la sangre real eran más hermosos para Eider, pues mostraban más rasgos que conocía, los veía de una forma humana por su falta de apariencia original. No poseían las características especiales de la realeza, los cambios de rasgos o las transformaciones.

—¿Sabes quien me pareció feo? —le preguntó pero no se esperó a una respuesta, continuó hablando —. Solan, sin su magia fue un espanto de hombre, ahora que me acostumbre, ya no me parece feo, es bonito a su manera pero no es lo mismo.

Príncipe del Desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora