Capítulo #40: Identidad

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Espero no haberme demorado tanto esta vez. No pensé que sería tanto el relato, pero veo que me sale de la nada.

Leonardo Riera

A veces nada sale como uno quiere. A veces sale mucho mejor de lo que uno cree o puede llegar a imaginar. No creo que nuestro encuentro sea de casualidad porque en parte puse un poco de empeño en ello.

Estando aquí de frente, mirándola, hablándole, examinando cada una de sus expresiones causa en mí, odio, ira y ganas de hacer justicia. Su indisponibilidad llamada excusa me lleva a sentir la pena oscura de su alma, ya que esta la persigue.

- ¿Por qué le pediste que se vaya? - cuestionó la salida de mi esposa.

- Quiero mantenerla lejos de esto. Ya es suficiente con que sepa que no la amo plenamente como amé a Rubí - una vez más lo acepté.

- ¿Pensé que ya la habías olvidado?

- Siempre pienso en ella, pero en silencio. En mi corazón y en mi mente - contesté haciéndome el fuerte - Aún más la recuerdo después de lo que me hizo y de lo que tú fuiste parte.

- ¿Sigues creyendo que yo tuve algo que ver con su muerte? - molesta frunció el ceño y su espalda dejó el respaldar del asiento.

- Carla, eres la última persona que visitó. Aparte de su guardaespaldas, Eugenia y la bebé que cargaba en sus brazos - me acerqué al escritorio y apreté los brazos de mi asiento.

- Tu hija Rubí - escupió.

- Tú más que nadie sabe la verdad - tranquilo regresé a acomodarme antes de perder el juicio.

- ¡Puedo jurar por la vida de mis hijos que no lo sabía! - los años no han borrado la permanencia de sus palabras.

- ¡Eras su gran amiga, siempre estaban juntas! ¡En algún momento, te tuvo que contar que me engañó con otro hombre! - grité muy enojado.

- Rubí jamás me habló de eso o algo parecido - dijo con sus dientes apretados.

- Entonces, ¡¿cómo me puedes explicar del por qué Rubí no tiene mi sangre y hayan aparecido pertenencias de mi ex esposa y la niña en el auto incluidas las pertenencias de su guardaespaldas personal?! - agitado esperé su respuesta, pero no llegó. Bajó sus hombros quizás dándose por vencida de defender a su amiga - Yo te lo diré - me aproximé de nuevo - Ellos iban a escapar para vivir su amor junto a su hija - declaré decepcionado.

- ¡No lo sé, Leonardo! No sé cómo aparecieron esas pertenencias en el auto - confundida miró a todos lados. Observé sus labios voluminosos que siempre la enmarcaron - Aquel día Rubí llegó a mi casa con Eugenia para pasar la tarde juntas. Yo la vi normal, alegre como ella era siempre con los demás. Pasaron las horas y se hizo de noche - tragó saliva - En la puerta la esperaba su guardaespaldas para llevarlas a casa. No vi nada sospechoso en ellos. Como tenía problemas con la salud de Gianluca cuando era un bebé, Rubí prefirió que se quedé conmigo Eugenia para ayudarme, debido a que Paul... llegaba muy tarde - recordó el amor de su pasado - Tu nena Rubí no tenía ni un año, pero estaba en perfectas condiciones a diferencia de mi hijo. Y así fue, vi cuando tu esposa subió al auto con su hija y su escolta. No supe más de ella hasta cuando observé las noticias del accidente - cerró los ojos con pesar.

- En la autopsia que se les realizó a ambos cuerpos se reveló que la causa de su fallecimiento fue envenenamiento. No obstante, en la revisión del vehículo se determinó que los frenos no funcionaban, es decir, el accidente terminó por matarlos completamente. Ese día iban a morir sí o sí y quien quiso que sea así lo consiguió - la miré fijamente - Lo único sorprendente para los doctores fue que la bebé estuviera con vida - agaché la cabeza recordando a Rubí lastimada siendo solo un ser frágil. Su llanto incontrolable traspasaba las paredes de mi alma.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora