Capítulo # 17: Una visita inesperada

188 35 16
                                    

Aquel sonido se escuchaba lejano a la realidad. Sin embargo, poco a poco fue incrementando su fuerza captando mi atención. Seguía concentrado en esos golpes, pero ya con otra mentalidad, la furia.

Aquel ruido se fue haciendo cada vez más fastidioso para mis oídos. Abrí los ojos confundido y pasé mis manos por mi rostro. Al parecer el ruido provenía de mi sueño. Me giré quedando boca abajo cuando de pronto escuché unos golpes en mi puerta, pero no tan fuertes. No me levanté, ni me moví. Decidí esperar a que vuelvan a tocar y así fue.

¿Quién se atrevería a tocar mi puerta a las...?

Tomé mi celular y abrí mis ojos como plato.

2:00 de la madrugada.

Volví a poner mi celular en la mesita de noche.

Puse mis pies en el suelo y abrí el cajón donde estaba el arma que saqué de mi auto, la coloqué en la mesa que estaba cerca de la puerta por cualquier peligro y encendí la luz.

Abrí la puerta con molestia esperando ver a Paula con su cara enojada y diciéndome "Quiero hablar contigo" por como la traté en la cocina.

Mis ojos azules se quedaron pasmados al no encontrarme con ella sino con ....

- Señorita Rubí - susurré bajo, pero muy bajo que creo que solo yo escuché mi voz.

- ¿Puedo pasar? - preguntó.

Sus manos estaban juntas y llevaba puesto una bata color celeste que le llegaba un poco arriba de las rodillas y las mismas pantuflas grises cuando la vi por primera vez en esta casa. Mi pecho estaba descubierto y ella lo admiraba un poco incómoda. Gracias a Dios no se me ocurrió esta vez dormir en bóxer.

- No - respondí.

- ¿No? - preguntó avergonzada.

Sus mejillas pálidas se embellecieron con un rosa leve. Apreté mis labios y saqué mi cabeza hacia el pasillo que se encontraba en una parte oscuro y en la otra no. Si la dejaba afuera alguien nos podría ver y pensaría cualquier cosa, menos algo coherente.

- Entre - me hice a un lado - Déjeme colocarme una camisa - escondí el arma que había dejado en la mesa en uno de los cajones del armario.

Para mi mala suerte no encontré ninguna camisa decente a la mano porque casi todas estaban en la maleta. Cogí un abrigo y me lo coloqué rápido.

- Gracias por dejarme pasar - dijo un poco nerviosa - No le vengo a quitar mucho tiempo. Se que no es la hora apropiada, pero le aseguro que no vengo por cualquier estupidez - se sentó en el sillón.

- ¿Qué necesita señorita? - me senté en el borde de la cama. Puse mis codos en mis rodillas y la miré fijamente.

- ¿Cuál es el peligro? ¿Qué está pasando? Mi padre se niega a darme respuestas - preguntó preocupada.

Entonces, recordé cuando la vi en unas de las ventanas expiando todo lo que hacíamos, pero no era un tema para sacarlo a la luz.

- Lo siento, pero no tengo permiso de hablar de ese tema con nadie de la familia - respondí seco - Y si su padre no le quiere comentar nada, respete su decisión - me senté recto y vi que mis pies estaban descalzos.

- Necesito saber, por favor - se levantó insistente.

- Siento que su viaje hasta mi habitación haya sido en vano, pero no le puedo revelar nada - me levanté también - ¿Algo más que necesite?

- Escucha. Mi papá está enfermo del corazón - ¿Qué? Fruncí el ceño ante esa información - Cualquier cosa que lo altere es gran peligro para su salud - se acercó a mí desesperada - Es por eso que vengo a preguntarle a usted.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora