Capítulo #77: Devoción

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Rubí

- No estoy embarazada - aseguro. Jamás pensé estar en esta situación cuando la posibilidad es totalmente descartada, sin embargo, él tiene la tela de duda puesta en su expresión. Clava fijamente sus cristales azules en mis ojos.

- ¿Por qué te hiciste esta prueba? - mueve el sobre y trago saliva.

- Te lo repito, no estoy embarazada - corro a cerrar la puerta - La prueba me la hice por la insistencia de Emma debido a que vomité unas veces, pero fue por la comida de ese día que me sentó mal. Tuve un fuerte dolor de barriga - digo sin importancia - Es imposible un embarazo, no he estado con nadie, ni siquiera contigo - me gusta ver que no desconfía de mi palabra - ¿Me la das? - pido y el sobre vuelve a mis manos guardándolo en mi escritorio - Esta prueba me la hice con la prueba de anemia. Todo está bien, me encuentro muy bien de salud por si te importa saberlo - quiero tomar asiento en mi cama, pero él lo impide - Gian, no hay nada ahí - cierro mis ojos estando un poco incómoda - No lo estoy - musito, mientras él por encima de mi blusa toca mi vientre lentamente.

- Permíteme imaginarlo - suspiro y tiene esa pequeña ilusión en su rostro que da nostalgia e intriga.

Flashback

- Rubí, si esta culpa que siento por haberle hecho eso a mi bebé te sirve de ejemplo, no lo hagas tú. Es algo que nunca podré olvidar - sujeta mis manos en un ruego.

Fin del flashback

- Gian, ¿Tú quisieras tener un hijo? - pregunto con mucho interés. Puede que sus pensamientos hayan cambiado.

- Sí, quiero, pero quisiera mucho más que tú seas su madre - se hincha mi corazón con su ternura y le regalo una sonrisa - ¿Tú quisieras serlo? - continúa con sus caricias sintiendo esas ansias del otro y no pierdo por ningún instante la vista de la textura de sus labios.

- ¿No se nota? - respondo y él tampoco puede dejar de ver los míos, así que abrimos la botella del amor que nos tenía sedientos y en un suave, pero profundo beso nos refrescamos.

Volví a sentir esa chispa fugaz al saborear en cámara lenta sus carnosos labios que buscan empaparse de mi agua, mientras mis manos se aferran a su cuello y él reclama mi cintura con un apretón que escandaliza mi sistema. Como si me quedara una última vida, muerdo despacio su labio inferior para regresar al otro, él también oprime los míos con tanta hambruna que no sentimos que el aire nos haga falta.

- Hermana - nos despegamos rápido del susto y limpio mi boca. Era de ponerle seguro a la puerta.

- Sí, dime, ¿Qué necesitas? - frunce el ceño.

- ¿Tenías algo en el ojo? - dice estática en la entrada.

- ¿Por qué lo preguntas?

- Porque Gian y tú estaban muy cerca y estás roja como un tomate - eso hace que empeore - ¿Le estabas soplando el ojo? - Annabelle interroga a Gian que está en una esquina con los brazos cruzados.

- Ah, sí. Tenía una basura tu hermana en el ojo - asiente convencido de que eso estaba haciendo. Annabelle nos sonríe de una manera extraña. Pagaría por saber qué está pensando ahora de nosotros.

- ¿Qué... qué necesitas? - me pone los pelos de punta.

- Puedes venir ayudarnos a armar unas casas de juguetes que papá me compró.

- ¿Hablas de casas grandes de juguetes? - hago unas mímicas con mis manos.

- Sí, son dos - no lo puedo creer, así dicen que yo soy la más consentida - ¿Tus amigos están aquí?

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora