Capítulo #35: Razones

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Eduardo Sonrat

- Utilicen el sistema de importación de aquella empresa para traficar nuestra mercancía y obtengan la firma del director ejecutivo - ordené.

- Entonces, procederemos a realizar la documentación para la transferencia correspondiente - comentó Manuel con toda seguridad.

- Hagan lo que tengan que hacer, pero consigan esa firma - expulsé el humo que tenía reservado en mi boca mirándolos.

Automáticamente, ellos se intimidaron dándoles a entender que mis negocios no son un juego y que requieren de estrategias ventajosas.

Mis hombres a la hora de negociar eran muy astutos. No puedo negarlo, pero ninguno puede llegar a pensar tan grande como yo.

El obtener beneficios económicos por parte de otras personas, ya sea ilegalmente es algo que me satisface totalmente. Es como tener el poder de pasar por encima de quién sea sin temor a nada. Y ahora que tengo de nuevo aquel poder en mis manos no las pienso abrir.

- De acuerdo, señor Sonrat - confirmó Arturo.

Me acerqué a la mesita de madera que estaba cerca de mis pies y apagué mi cigarrillo en la bandeja de cenicero tomándome mi tiempo. Me agradaba ver como las cenizas de mi producto adictivo salían del tubo. Una similitud de como terminaría cualquier persona que se atreviera a traicionarme.

- Ya se pueden retirar - ellos se marcharon con toda la información que necesitaban para realizar su trabajo.

Ha sido un día largo y agotador, así que me relajé en mi mueble amplio y extendí mis brazos. Crucé mis piernas y sólo me limité a guardar silencio mientras los recuerdos de mi pasado seguían vagando por mi mente a cada hora. Según para mí eso no era perder el tiempo, más bien, era encajar cada pieza para lo que se vendrá.

Tengo tantas cosas en mi mente que no me dejan continuar con mi vida en paz. Lo he logrado casi todo, he vuelto desde lo que se llama escombros, dónde muchos quisieron que me quede, pero no les di el gusto. El gusto me lo di a mí mismo, levantándome y limpiando mi imagen y hasta recuperando mi imperio.

Los muebles, pinturas, cortinas, sillas, reloj, televisores y mesas son solo para los fantasmas, debido a que no tengo demasiadas visitas que me hagan realmente feliz. He mantenido a mis conocidos lejos de mí para que no salgan lastimados. Queda comprobado que quién esté dentro de mi círculo siempre saldrá cómo un criminal o como un mentiroso para salvarme.

Sin embargo, la razón de mi regreso es mi descendencia. Un lazo de genes que no sabía que había dejado y que casi pierdo sin saberlo. Tras largos años, he sido suplantado por la persona que afectó mis negocios y que me hizo huir del país como un cobarde, pero soy uno de los hombres más obstinados de este mundo y si un día no acepté mi derrota, menos la aceptaré en mi presente.

- Ya nos volveremos a ver Leonardo. Ya nos volveremos a ver - susurré vengativo teniendo en mi mente su rostro.

Al mirar hacia un lado de la sala observé a Tamara, una joven muchacha que ayudaba a que está casa no pareciera abandonada. Casi siempre limpiaba los rincones de mi mansión y también pasaba muchas horas en mi habitación. Su uniforme de empleada era cada vez más pequeño, al parecer le fascinaba que adivinara que color de su prenda más íntima traía el día de hoy.

La manera en que remojaba los trapos de limpieza era excitante. Tenía unas piernas estilizadas para ser una simple sirvienta, mis manos ya estaban acostumbradas a tocar su fina cintura y su piel canela casi todos los días. También, su trasero redondo levantado se acoplaba a su cuerpo y lo que más me enloquecía era su cabellera larga negra que era útil para dominarla en la cama.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora