Capítulo # 25

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Han pasado dos días desde que una tormenta de peligro se instaló en esta casa. Dos días llenos de incógnitas y misterios alrededor de todos nosotros. Dos días protegiendo más que nunca a una familia unida. Dos días en que las cosas han cambiado para bien. Dos días donde un sentimiento ingenuo incrementa. Aunque solo sea en uno de nosotros.

- ¿Lees el periódico? - escuché decir a la nana de Rubí.

- Sí, supongo lo hago - sonreí despistado.

- La única persona que lee el periódico en esta casa es el señor Leonardo pero en vista que él no está - hizo una pausa para insinuar algo sin decirlo - pienso que le estas dando un buen uso - sonrió para después impulsarse a alcanzar un frasco vacío de una vitrina que estaba alta para ella.

- Le ayudo - me levanté y le pase el frasco.

- Gracias. Las ventajas de ser alto - dijo con ironía - ¿Y siguen saliendo publicaciones acerca de la familia? - preguntó.

Ahora colocaba azúcar en aquel recipiente vacío.

- No. Por lo visto todo volvió a la normalidad. Al parecer los escritores y periodistas se han cansado de sacar hipótesis incoherentes - me senté en la barra para charlar mejor y mordí una manzana.

Desde que sucedió el incidente de la explosión se han venido muchas entrevistas y publicaciones en diferentes medios de información que la misma señorita Rubí se ha encargado de desmentir para que su honorable apellido no se vea afectado con falsas especulaciones.

- Eso suena bien. Un poco de tranquilidad para esta familia nos vendría bien - respondió - ¿Quieres? - me apartó unas galletas. Las recibí.

- ¿Para quién es todo ese desayuno? - interrogue - ¿No cree que contiene mucha azúcar? - miré la bandeja.

- Azúcar es lo que necesita esta persona -  por último añadió un vaso de leche.

- ¿Quién lo necesita? - pregunté aunque por mi mente rodeaba ojos de otoño.

Su respuesta nunca llego a mis oídos ya que el teléfono de la cocina precisamente timbró. Su rostro se mostró muy alegre con el paso de los segundos en esa llamada. Colgó y procedió a mirarme.

- ¿Qué sucedió? - me moría por saber.

Esta señora me provocaba mucha confianza que podría hablarle de cualquier tema. Siento como si estuviera con mi nana aunque no fuera verdad.

- El Señor Leonardo pide a gritos regresar a su casa según lo que me comunicó una enferma - tenía unidas sus manos contra su pecho.

- Lo que significa que hoy el patrón estará de vuelta - complete la idea y ella asintió con una felicidad inmensa. Sonreí - iré avisarle a la señora Marisol - se llevó la bandeja.

Nuevamente me quedé solo en la cocina. La señora Marisol me ha tenido aquí en la casa cuidando de su hija Rubí, aunque ese no sea mi rol. Pero no me quejo, me agrada la compañía de su hija. Su sencillez, su carácter espontáneo y la manera en que ve la vida me enloquecen. Aún mantengo ese recuerdo en el jardín cuando nuestros labios estaban apunto de unirse y nuestros sentimientos también. Todo parecía ser mutuo y sinceramente me quedé con las ganas de saborear sus labios. Imaginó que se pondrá muy contenta cuando sepa que su papá estará de regreso.

- ¿Acaso estás pensando en mí? - esa voz. Me aleje un poco - cálmate, no te asustes - se sentó a lado mío y me acarició uno de mis brazos. Miré su toque y no me sentía nada cómodo - entonces, respóndeme ¿Si estabas pensando en mí?.

- Paula - pronuncié su nombre cansado.

- No, claro que no - sonrió maliciosamente - ten cuidado hasta con lo que piensas porque querer algo que solo lo tendrás en tus pensamientos afecta mucho más de lo que tú crees - me tocó la punta de mi nariz con juego - lo digo por experiencia - por primera vez tenía toda la boca llena de razón.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora