Capítulo #96: Víctimas

17 3 1
                                    

Rubí

Antes me pesaba la vida que había elegido con Ismael y las mentiras, sin embargo, esta vida que he elegido yo misma, carece de alivio. Creí que quizás todo iba a hacer más sencillo, ya que no tendría que ocultar mi amor por mi guardaespaldas, pero estar sobre una cama de una sola pieza, solitaria y helada, me hace sentir totalmente infeliz. Papá parece no tener fecha de sanación, a pesar de los años que han pasado guarda tanto rencor en su corazón y no puedo imaginar lo destruido que debe de sentirse Gian en este momento. Su rostro en mil pedazos fue una majestuosa obra de arte de la que mi papá gozó mucho.

- ¡Qué horrible! - me invade el dolor y reprimo mis ojos de manera instantánea.

Después de quizás unas horas, salí del hospital, pero no con la compañía que quisiera. La familia de Gian me ha abierto las puertas de su hogar. La habitación de él cuando era un adolescente es ahora para mí con mis maletas alojadas en una esquina. Todo se ha quedado en pausa en esta habitación y huele a extrañez e imagino que aquí una vez estuvo el adolescente que conocí esa noche, estudiando en ese escritorio un poco polvoso, ganándose todas esas medallas que cuelga de la pared o llevándose esa pelota desinflada para jugar un partido. Específicamente, pienso en ese armario pequeño que tiene una rueda dañada donde puede estar la ropa con que lo conocí, aunque nunca la vi.

De pronto, mi aliento se desvanece cuando él se asoma. No pensé que volvería tan pronto.

- ¡Gian! ¿Dónde has estado? - corro a rodearlo con mis brazos en su cuello lo que pueda alcanzarlo y cierro mis ojos. Él también se entrega abrazando mi cintura - Dime que no hiciste nada malo, por favor - me separo pasando algo de su cabello para atrás.

- No... - responde simple y luce cabizbajo conduciéndome a la cama para sentarnos y está hace ruido. El rojo del contorno de sus ojos es muy potente y sus pestañas están pegadas. Su cabello pelinegro está muy despeinado, todo parece indicar que se ha echado agua para darme la cara.

- Amor, puedes hablar conmigo... - sostengo sus dos manos y muevo su barbilla para que me mire, pero baja la mirada.

- He venido aquí solo por ti. Mañana vendré a recogerte en la tarde - ¿Qué? - No saques nada de las maletas, quiero que estés lista e irnos.

- Gian, ¿Nos estás abandonando? - me tiembla la voz.

- Necesito estar solo, Rubí.

- No necesitas estarlo. Yo estoy contigo en las buenas y en las malas - intento que me mire, pero es en vano. Es casi seguro que estoy encima de su cara.

- Lo sé, pero no quiero que cargues con esta preocupación en tu estado - dice como si el mundo se haya ido abajo.

- Cuando me enteré sobre mis padres biológicos y aún tú sabiendo que yo estaba enojada contigo. No me dejaste sola - respondo - Yo quiero hacer lo mismo, quiero acompañarte.

- Permíteme esta noche estar solo - conectamos miradas desde la última vez y la suya me grita miles de cosas que me compadezco y puedo asegurar que el insomnio le pasara factura.

Lo pienso mucho.

- Está bien... - creo que estoy haciendo la elección correcta. Reposo mi cabeza en uno de sus hombros y apoya la suya en la mía. Algo tengo atorado en mi garganta que busco sacarlo - ¿Me odias?

- ¿Por qué preguntas eso?

- Mi papá te hizo daño - pongo mi barbilla en su hombro y sus labios están tan cerca de los míos. Los mira y luego pasa a mis ojos.

- Por favor no hables de él - cambia su semblante - Además, él no es tu papá - esta vez me mira dejándomelo claro y deja de estar a mi lado cuando se fija en que no desperdició la oportunidad de abrirme los ojos una vez más.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora