Capítulo #7: Reencuentros

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- Señor Leonardo, aquí está el guardaespaldas Holmberg - me anunció. El hombre alzó la mirada.

- Esta bien, gracias. Ya puedes retirarte - Verónica me observó por última vez con una sonrisa coqueta. El señor se levantó para abrocharse los botones de su leva gris y estrecharme su mano derecha la cual recibí. El señor Riera era un hombre alto, flaco y de buena presencia.

Pude notar en la superficie de su piel el pasar de los años. Sin embargo, a simple vista se mantiene conservado, podría deducir que tiene unos 50 años que van acorde con el gris de su cabello, cejas y bigote. Su piel era clara con unos ojos azules idénticos a los míos, pero sin la presencia de una mancha café en la zona blanca del ojo.

Su oficina era amplia con unas paredes blancas, tenía dos pinturas extrañas colgadas en el fondo. Había también una pizarra llena de letras, números y gráficas sin sentido para mí. Su escritorio negro estaba lleno de papeles, carpetas, sellos, revistas de ropa entre otras cosas. Tras de él se podía apreciar un gran vidrio transparente donde se podía ver la ciudad desde una vista espléndida. Además, el aire acondicionado estaba muy elevado para tan solo una persona.

- Tome asiento, señor Holmberg - señaló detrás de mí - Bueno, me han enviado información de cada guardaespaldas que entrevistaré y este es el suyo - apartó unos papeles y se quedó con mi ficha - ¿Desea beber algo antes de empezar? - preguntó.

- No, gracias - quería que fuera rápido para así poder ir a visitar a mis padres.

- Bueno, empecemos - sonrió de lado.

Estuvo realizándome varias preguntas acerca de mi vida personal lo cual me pareció raro porque por lo general en este campo me preguntan más acerca de mis anteriores trabajos como guardaespaldas que he desempeñado muy bien.

La verdad es que cuando obtengo un trabajo me gusta ser impecable. Además, de que ser guardaespaldas es algo que me apasiona desde mi adolescencia.

- La información que me han brindado acerca de usted es excelente, más su aporte en esta entrevista he quedado satisfecho - me miró fascinado.

- Gracias, señor. Sinceramente esto es algo que me apasiona y no lo hago por obligación - dije sin titubeos.

- Me doy cuenta de eso - me observó fijamente hasta podía creer que analizaba mis rasgos faciales intentando descifrar algo - Bueno, eso es todo por el momento, sé que su compañero y usted se encuentran en esta ciudad, así que para que no esperen hasta que termine todas las entrevistas. Se pueden retirar - en ese momento su espalda reposó en su silla giratoria - Pero estarán de vuelta a las 4:30 pm para que escuchen mi decisión - declaró. Así quedó descartada mi idea de ir a visitar a mis padres.

- Está bien, no hay problema - dije tranquilo, aunque por dentro me sentía inquieto.

"Es importante para nuestra agencia el reconocimiento de personas importantes en este medio ". Las palabras de mi jefe Santiago perturbaron mi mente.

- Verónica ven a mi oficina, por favor - aplastó un botón rojo que tenía en su teléfono inalámbrico convencional. Unos minutos después apareció la secretaria.

- Acompaña al señor Holmberg a la sala de espera - él se puso de pie e hice lo mismo - Hasta luego - estrechamos nuestras manos y salí de la oficina.

Verónica me dijo algunas palabras durante el camino que seguían sonando provocativas para mí.

¿No era que le atraía Emilio?

Al entrar a la sala de espera veo a mi amigo riendo por algo que veía en su celular. Al verme se levantó y se acercó.

- ¿Cómo te fue? - preguntó. Aún estaba Verónica con nosotros.

- Supongo que bien - contesté sin importancia.

- Bueno, yo me retiro - creo que notó que su presencia no era necesaria. Cerró la puerta.

- El señor Riera ordenó que nos retiremos porque aún falta de entrevistar a otros guardaespaldas y eso llevará tiempo, pero a las 4:30 pm debemos estar de vuelta para saber su decisión - me afloje un poco mi corbata.

- No has respondido mi pregunta - frunció el ceño - ¿Y qué guardaespaldas faltan? Si sólo estamos tú y yo aquí - miró por todos lados - Ni todavía es nuestro jefe y ya ordena- se cruzó de brazos.

- No lo sé. Además, deberías agradecer que te está haciendo un favor ya que a ti no te gusta esperar - puse mi dedo índice en su pecho - Vamos, en el trayecto te respondo tu pregunta - abrí la puerta.

Estábamos dentro del ascensor con otras personas cuando de pronto Emilio se acercó un poco a mí. Mi cuerpo inmediatamente se alejó, pero con su mano me trajo hacia él de nuevo. Las personas de alrededor notaron nuestros movimientos y nos regalaron unas miradas que me incomodaron por completo.

- Necesito un baño - confesó Emilio en voz baja.

- ¿Ahora? - pregunté dudoso y asintió - Le hubiéramos preguntado a la secretaria para no perder tiempo.

- ¡En ese momento no tenía ganas, no crees! - su tono de voz era aún bajo.

Decidimos salir cuando se abrieran de nuevo las puertas. Al estar ya afuera, había dos caminos a la derecha o a la izquierda. Preferimos ir hacia la derecha.

Aún sin encontrar nuestro objetivo, decidí preguntarle a alguien. A lo lejos vi a unas personas que se me hacían conocidas y creo que a Emilio también al ver sus cejas que se unían. Mientras más pasos dábamos podía distinguir sus rostros y una sonrisa brotó en mi boca.

Eran Rogelio, Fabián, Josep y para nuestra mala suerte, Ignacio también. Ya al tenerlos frente a frente los saludé como se debe, menos a Ignacio.

En momentos así es cuando tengo que ser profesional, así que sólo le extendí la mano a Ignacio y la recibió sin ganas. En cambio, Emilio ni lo tomó en cuenta.

- ¡Qué gusto verlos muchachos! El jefe nos informó de su presencia en este proyecto - dijo Josep contento - Me imagino que no deben estar nada felices.

¡Por fin alguien que nos entiende!

- Para nada. Debo admitir que este proyecto me tomó por sorpresa - dijo rápido Emilio.

Todos nos reímos de sus palabras. Emilio no tomaba bien los cambios de planes, pero siempre terminaba aceptando.

- Entonces que haces entre nosotros. Sabes de antemano que siempre estamos expuesto a momentos imprevistos. ¿Qué te debe sorprender? - Ignacio miró a Emilio desafiante.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora