Capítulo # 26

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- ¿Se va a quitar los zapatos? - pregunté con las manos puestas en la puerta del copiloto para evitar que se cerrará.

- Sí, ¿Por qué? - sonrió con la vista en sus zapatos - creo que me veré igual de bella si estoy descalza. ¿No crees? - dijo jugando. Sólo sonreí - ¿Tú no te vas a quitar los tuyos? - término de sacarse sus zapatos y miró los míos.

- No. Me siento más cómodo así, pero ya que lo dice me quitaré esto - me deshice de mi leva y la coloqué en los asientos de atrás.

Ella directamente recorrió mi silueta concentrándose en mi cintura y no hizo ningún tipo de movimiento. Observé hacia donde sus ojos pararon repentinamente y entendí su silencio.

- Es por su seguridad - dije tranquilo. Toqué mi arma y la miré.

Rubí suspiró y miró hacia el parabrisas.

- Nunca he visto una de cerca.... solo fue eso. Trataré de no verla - respondió temerosa. Comprendo que existan personas que no les gusten este tipo de cosas pero realmente son necesarias si quieres salvar tu vida. En mi caso yo velo por la seguridad de ella y debe comprender - ¡Vale! - exclamó de repente con un aplauso - pero solo te digo que tus zapatos no van quedar así de limpios cuando regresemos.

- No importa tengo muchos más en casa - la ayudé a salir del auto y cerré la puerta.

Sus pies descalzos tocaron el suelo húmedo que había a nuestro alrededor junto con otros elementos extraordinarios. Mi mente maquinaba en comprender que su lugar secreto era prácticamente casi una jungla alejada de la ciudad y como un buen explorador perdido seguí la ruta que ojos de otoño me indicó pasando por senderos no tan confiables y lejos de personas.

Por un momento pensé en retroceder e ir a casa, pero al verla tan alegre por venir a este lugar, hizo que no quitará mis manos del volante y que continuará con el viaje. Además, yo mismo fui el que inicio todo esto, así que no podía dar marcha atrás.

Dejamos estacionado el auto en un lugar desolado lleno de piedras y árboles con raíces gruesas e inmensas. A mi contorno solo podía apreciar pura vegetación verde, sentir un aire suave golpeando mi espalda y escuchar el canto de los pájaros que habitaban aquí. Parecía como si nos hubiéramos ido de viaje muy lejos de casa, muy lejos de todos.

- ¡Vamos! - sus labios formaron una sonrisa radiante, más radiante que el sol - no te preocupes. Me sé de memoria el camino de regreso - aseguró.

Confiando en ella pise las huellas que hacían sus pies en la tierra y caminé. El vestido que traía puesto no combinaba mucho con este lugar y temo que se vaya arruinar con cada avance que dábamos. Mi atuendo tampoco es compatible con la naturaleza salvaje pero no sabía que esto iba a estar en mis planes. En el proceso de llegar a nuestro destino terminé pisando equivocadamente lodo arruinando mis zapatos. Seguro estaba distraído pensando.

- ¡Mierda! - exclamé. Ella rápidamente volteó y comenzó a reírse. Su risa era muy dulce como de una niña pequeña.

- Te lo dije - regresó a mi lado - si no quieres arruinar más tus zapatos tendrás que andar descalzo como yo - dijo con las manos en sus caderas y miré sus pies sucios por la tierra. Ha esta chica al parecer le fascinaba este tipo de habitad porque no le importaba ni si quiera ensuciarse sus pies en el lodo o incluso que su vestido se destruyera - más adelante hay un río donde podrás limpiar tus zapatos si quieres - no tuve más remedio que quitarmelos y poner mis medias adentro y llevarlos en las manos.

- Que más da, ¿Y falta mucho por llegar? - me desabotoné un poco la camisa.

Ella miró mi pecho fijamente y luego pestañeo nerviosa porque la sorprendí infragante. Miró a otro lado avergonzada.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora