Capítulo # 51: Despecho

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Rubí

- ¿En qué estabas pensando cuando le dijiste eso a tu papá? - el resplandor del sol nos calienta un poco después de estar metidas en un lugar cerrado, antiguo y áspero.

- Pensaba en él, en mí – declaré afligida - Solo pedí un cambio. Que Gian vuelva a ser el escolta de él y que Carlos se quede conmigo.

- Pues tu papá lo interpretó muy mal.

- Sí. Creo que me hice entender mal y como prácticamente lo quería tener lejos, papá tal vez pensó que quería que lo despidiera y no me atreví a decírselo – toqué mi vestido mirando a los niños jugar, entre ellos, mi hermana.

- Dime. ¿Esto del cambio lo decidió Eugenia o tú? – preguntó directa.

- Te juro que mi nana no tiene nada que ver con esa idea loca que se me ocurrió.

- Creo que sí tiene que ver con esas cosas que te mete en la cabeza – revolvió sus ojos y negué con la cabeza.

- Emma, no puedo estar así. Peleándome con Gian, con Ismael y tratando que los dos no se maten. Y lo peor es que no puedo ver a Gian o escuchar su nombre y no sentir que el aire me falta. ¡Es horrible estar aferrada a alguien! – exclamé - Si tú supieras lo agotada que estoy.

- ¿Quién dijo que era fácil olvidar a alguien que te trae loca? – bromeó y dejé caer mis hombros - Entonces sí, ¿crees en qué a Gian le pusieron una trampa para que tú lo encontraras con Paula en la cama?

- Yo vi lo que vi y más con esas otras mujeres que se anda relacionando – hablé en un tono desagradable.

- Eso lo hace para darte celos y lo de Paula sí fue una trampa – afirmó.

- Lo sé. Le creo.

- ¿Entonces? ¡¿Qué pasa?! – sus manos imploraron una respuesta pertinente.

- Papá e Ismael con sus amenazas. ¡Eso pasa! – recalqué.

- ¡Qué rollo está situación! – se echó para atrás en la banca verde y cargó su cabeza – Lo único que me queda claro es que aún estás enamorada de Gian – abracé mi cuerpo en consuelo y me dispuse a saber que tanto hacen los niños con las flores del jardín.

- Emma, ¿me dejas a solas con mi hija? – giré a ver a mamá.

- Sí, por supuesto. Es más ya me desaparecí – sonreí. Emma se fue con un vestido similar al que va a utilizar en el gran día.

- Mamá, ya estoy bien. Ya no me duele la cabeza podemos seguir – se sentó.

- ¿Qué sucede, Rubí? ¿Quieres esto o no? – alzó sus cejas de una manera muy seria que me dejó atónita.

- ¿De qué hablas, mamá?

- La boda. TÚ boda – enfatizó y tragué saliva.

- Mamá, ya te dije que no me sentía bien, pero ya podemos continuar con el ensayo.

- No vamos a continuar si la situación sigue así – examiné sus ojos marrones que me intimidan ahora - Parece que te estuvieras casando por obligación. Si así no más estás en los ensayos no quiero imaginar cuando llegue el día.

- Mamá, tengo muchas cosas en la mente y... ¡y no creo que es necesario un ensayo! – disimulé mi coraje por estar aquí usando un vestido tedioso y un ramo de flores falso.

- Sí es necesario para ver si está todo listo. ¡¿Crees que esos niños saben lo que tienen que hacer o cómo se deben ubicar para la entrada a la iglesia?! – le quité el buen humor de la tarde.

Solo quiero tu verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora