//Las costumbres nunca cambian//

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Cárcel de máxima seguridad, Lowell, Massachusetts

- Hm.. cada vez que te veo tienes una nueva herida o moretón. ¿Qué haremos contigo?

- Eres la enfermera, Clara. Ese es tu trabajo- la inmensa cortada en mi brazo comenzó a picar en cuanto el alcohol la tocó.

- ¿Qué pasó esta vez?- Clara miró a Jeffrey, el oficial a mi cargo, tratando de encontrar una explicación que probablemente ya se imaginaba.

- Elena recibió nuevos reclusos esta tarde- contestó él- Venían bastante inquietos.

- Les he dicho que es peligroso- la enfermera pinchó mi brazo con una gigantesca aguja. Odio las agujas, desde hace un determinado tiempo que no querría recordar - Cálmate, ya pasó- me cachetó suavemente con tal de que yo quitara la expresión de dolor en mi rostro. A su vez, continuaba mirando mi brazo, y mis heridas, ahora ella era la que arrugaba el rostro- Va a llegar un día en el que esos reos la asesinen entre todos, ese no es trabajo para una reclusa.

- Bueno, entre Jeffrey y yo, ¿adivina quien ganó en el juego de pulso ayer?- pulso... creo que hoy estoy algo nostálgica, es una estupidez.

- Si, puedo reconocer que eres más fuerte que la mayoría de oficiales aquí - Admitió, soltando una risa. En lo que comenzó a coserme la herida, ya no sentía nada de dolor a causa de la anestesia.- De todos modos...- insistió.

- Basta- intervine- pasé año y medio de mi vida sin sentir la densa brisa que...- Maldición, todo hace que recuerde ciertos episodios del pasado, cuando yo fui una nueva, les dieron permiso de jugar con la electricidad en mí, no perdí nada más que algunos rasgos de mi memoria por unos minutos, hasta que me recordaron quien soy y por qué estoy aquí. ¿Eso es bueno o malo?

- Y hablando de brisa- interrumpió Jeffrey mirando un dispositivo para comunicarse entre oficiales- Llegan 10 nuevos en 5 minutos. ¿Quieres ver la luna por tercera vez en el mes?- bromeó, él cree que es gracioso. Claro que sabría mi respuesta, por lo que solo salió a esperarme afuera.

- Ya está- la enfermera puso una venda alrededor de mi brazo.- Ten mucho cuidado, Adams, nadie te quiere muerta.

- Yo me quisiera así- refunfuño al bajarme de la camilla.

- Estás demente niña- dijo entre sus clásicas carcajadas lentas de señora- Por eso es que estás aquí.

- Te veo luego- bajé mi manga, debía  apurarme si quería ir con Jeffrey.

- Alto ahí- me detuvo antes de que girara la manigueta de la puerta. Giré de nuevo hacía ella, una sonrisa se adueñó de su rostro cuando sacó algo de su bolso- No se cumplen 22 todos los días ¿o sí?- era un pequeño pastel, ella los hace. Creo que si no hubiera estado en esta posilga, podría funcionar como repostera.

- De hecho todos los días una persona cumple años y bueno...- no podía evitar el hecho de que me alegraba diminutamente, que la mujer tenga tiempo para desearle feliz cumpleaños a una reclusa- Lo recordaste.

- Te he recibido en la enfermería unas 30 veces desde que llegaste, eres una joya- rió- Ahora pide un deseo y sopla las velas imaginarias.- por obvias razones no podía haber fuego en la cárcel.

- Yo...- agaché la cabeza con pena- No tengo nada que pedir...- las costumbres nunca cambian ¿no? Al menos en mí, la mayoría de cosas podrían seguir iguales.

- Ey- expresó con un tono de regaño, tal como una madre.

- Está bien, está bien- me acerqué al pastel en sus manos y simulé soplar.- Te lo agradezco, de todo corazón en verdad. -Lamentablemente, ese día yo solamente quería estar encerrada en mi cuadrilátero, llorando.- ¿Debería.. abrazarte?

•Secreto Criminal• //Jacob Barber//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora