Capítulo 2

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El día ha resultado ser muy tranquilo. Por la mañana Camila y yo nos hemos dedicado a guardar nuestras pertenencias en las mochilas para luego mañana por la mañana salir por patas de esta casa.

En cierta parte me da pena. He estado muy a gusto estos tres últimos meses viviendo con mi amiga en esta casa, solas las dos. Nos las hemos apañado bien para vivir. Yo robando y ella haciendo pequeños favores a vecinos a cambio de comida, leña o ropas de vestir. Pero, si lo pienso fríamente, llevamos mucho tiempo asentadas en la misma casa, y la guarnición o cualquiera de esos malnacidos que persiguen a Camila podría encontrarnos de forma muy sencilla.

Hoy he decidido ir a las paradas que hay en un mercado algo más lejos de la casa para evitar ser vista por los mismos militares que ayer me persiguieron. La jugada que urdé ayer por la noche mientras cenaba ha resultado dar muy buenos frutos, y he podido robar un par de patatas, un tomate y, la joya de la corona, una salchicha que por descuido un mercader había dejado en una de las cajas apiladas detrás de las paradas. Hoy va a ser una gran noche, y Camila y yo vamos a celebrar haber salido airosas de nuestra estancia en el distrito de Trost. Nuestra intención es llegar al distrito de Shiganshina, donde intentaremos sobrevivir algún tiempo.

A medida que me acerco a la casa escucho más y más jaleo. No entiendo absolutamente nada, y mi mente empieza a ir a mil por hora. Una avalancha de gente corre en mi dirección, y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para seguir avanzando a contracorriente. Me temo lo peor. Cuando giro la última esquina veo a lo lejos una casa en llamas.

No, no puede ser.

Los vecinos corren gritando calle abajo y yo, como puedo, intento correr entre ellos para llegar lo antes posible a la que era mi casa, que ahora está envuelta en llamas. Cuando llego a lo que era mi hogar me quedo devastada. No queda absolutamente nada salvable, toda la casa está en llamas.

Me siento mareada. Noto como la bilis me sube por la garganta amenazando con salir disparada, hasta que recuerdo a Camila. El corazón me da un vuelco cuando su nombre aparece en mi mente.

- ¡Camila! - Grito lo más fuerte que puedo. - ¡Camila por favor!

No sé exactamente cuanto tiempo estoy allí, gritándole a la casa en llamas, con la esperanza de que mi única amiga emergiera de dentro del fuego. Noto la mente ir a cien por hora, y me giro bruscamente para intentar divisar la cabellera rubia de mi amiga entre el bulto de gente que corre calle abajo, presos del pánico provocado por el incendio.

Subida a unas cajas de madera que había tiradas por el suelo no consigo ver a mi amiga.

- ¡Camila! - Vuelvo a gritar desgarrándome la voz. Noto como mi voz se quiebra más y más a medida que grito su nombre y voy calle abajo a buscarla entre las personas.

Todo el mundo me observa, cada movimiento, cada grito, es escuchado por cada una de las personas que se encuentran apelotonadas al final de la calle.

- ¿Camila dónde estás? - Grito, presa del pánico y de las lágrimas, en un intento desesperado de verla parada entre la multitud, esperándome con los brazos abiertos, como siempre hace cuando vuelvo a casa después de robar algo para comer.

Un hombre algo mayor y calvo se me acerca con cara de angustia, lo reconozco enseguida, es nuestro vecino de la casa de enfrente.

- Alisha, no he visto salir a Camila - Me dice con sumo cuidado, bajando algo la voz.

No, no, no, no. Camila está bien, seguro que lo está. No puede haberse quedado dentro de la casa, es imposible. Estará por aquí, ayudando a la gente, como hace siempre, y luego aparecerá y nos iremos juntas.

- No, estoy segura de que ha salido. No ha podido quedarse allí. No, es imposible.

El hombre me mira con pena, y se marcha. Me quedo sola, rodeada de extraños, pero sola.

Apoyo mi cuerpo en la pared que tengo detrás y dejo caer mi peso hasta estar sentada. Llevo mis rodillas en el pecho y me empiezo a mecer, mientras las lágrimas que salen de mis ojos me impiden ver con claridad.

Esto no me puede estar pasando a mí. Otra vez no. Camila, vuelve. ¿Dónde estás Camila?.

Camila, Camila, Camila, Camila.

No sé en qué punto pierdo la consciencia sobre mi misma, pero en algún momento caigo presa del sueño y me quedo dormida, en medio de la calle, sin una misera manta para taparme, agarrando con fuerza mis piernas y deseando que esto no fuese más que una pesadilla. 

Revenge [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora