Capítulo 41

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El bullicio que provocan las personas atemorizadas hace que se me erice la piel a medida que avanzo hasta la titán

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El bullicio que provocan las personas atemorizadas hace que se me erice la piel a medida que avanzo hasta la titán. Aún estoy a varias manzanas de su posición, pero aun así puedo ver su espalda y su cabellera rubia sobresalir por encima de los edificios.

«Hija de la gran puta, tienes suerte de que no me dejen matarte.»

Con algo más de ira uso el equipo, cosa que provoca que avance a rachas muy rápidas y cortas. Son movimientos bruscos, muy diferentes a los que suelo usar, pero la necesidad de llegar a esta esa zorra y hacerle morder el polvo son superiores a mí.

No soy capaz ni de llegar a su lado cuando la titán hembra empieza a correr. Al principio no entiendo nada, pues su cambio de rumbo ha sido muy repentino, pero cuando fijo la vista hacia la dirección en la que apuntan sus ojos veo a Armin y a Jean volar lo más rápido que pueden.

«Va directa a la trampa.»

Decido cambiar de rumbo para no entorpecer a los dos soldados y me dirijo hasta las tropas encargadas de capturarla. Llego apenas tres segundos antes que la titán y, justo después de que aterrice, la orden de iniciar el fuego resuena gracias al eco de las calles. Los disparos no se hacen esperar, haciendo que los clavos captores se envuelvan y se claven en la asquerosa piel del monstruo. Finalmente, cuando el humo provocado por las armas se disipa, sonrío al ver que nuestra enemiga está atrapada.

Se ve absolutamente patética, tirada en el suelo como un animal, atrapada por una valla metálica con pinchos. Sus ojos azules miran hacia todas partes, como si estuviese buscando la ayuda de alguien, pero al no encontrar lo que busca sus ojos se dirigen directamente a mí.

«¿Te sorprende verme viva?»

Salto desde el tejado y caigo en el suelo sin tan siquiera tener la necesidad de usar mi equipo. Escucho algunos suspiros de sorpresa por parte de soldados cercanos, pues sé que no se esperaban mi presencia y que mucho menos aterrizara al lado de ellos después de una caída de varios metros de altura.

— ¿Te acuerdas de mí? — Pregunto divertida a la vez que me acerco a su cabeza. Noto como trata de liberarse, queriendo huir de mí, pero los pinchos de la malla metálica se lo impiden. — ¿Qué pasa? ¿No quieres verme? En el bosque parecías encantada por jugar conmigo. ¿Te acuerdas de cómo mataste a todos mis compañeros? ¿Y de cómo me tiraste por los aires después de aplastarme las costillas?

Llego hasta su cabeza y apoyo mi cuerpo en su frente. Su cabeza está de lado, por lo que solo tiene visible uno de sus ojos, pero este me mira con miedo a la vez que su pupila se vuelve cada vez más pequeña. Estoy disfrutando este momento como una cabrona, y lo único que deseo ahora mismo es torturarla.

— ¿Sabes? He estado pensando mucho sobre cómo vengarme de ti. — Digo separando mi espalda de su cuerpo y colocándome justo delante de ella. — Primero se me ocurrió sacarte los ojos con cucharas, pero creo que eso no es suficiente, al fin y al cabo solo tienes dos y mi diversión se acabaría muy pronto. Luego pensé en partirte las extremidades pero, querida, solo tienes cuatro, y por mucho que te puedas regenerar eso sería muy tedioso. Pero, ¿Sabes qué? Al final encontré el castigo perfecto para ti.

Revenge [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora