Capítulo 42

1.1K 101 1
                                    

— Sinceramente, a veces odio formar parte de un escuadrón de élite — Las quejas de Lorena salen de su boca en un suspiro entrecortado por culpa del cansancio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— Sinceramente, a veces odio formar parte de un escuadrón de élite — Las quejas de Lorena salen de su boca en un suspiro entrecortado por culpa del cansancio.

— Siempre nos dejan el trabajo que nadie quiere a nosotros — De igual forma David se sienta al lado de la rubia mientras habla, quedando ambos con las piernas colgando encima de la muralla.

Decido no decir nada y me siento al lado de mi amigo castaño, apoyando mi cabeza en su hombro y dejando ir un suspiro. Estoy exhausta, pues hemos sido los encargados de tapar ese maldito agujero, y el hecho de que haya estado toda la tarde corriendo de aquí para allá no ha ayudado a mi cuerpo.

— ¿Te encuentras bien? — Abro los ojos lentamente y miro a David, quien me ha preguntado mi estado en un tono suave para que solo yo le escuche.

— Sí, solo estoy cansada — De nuevo vuelvo a apoyar mi cabeza en su hombro y cierro los ojos, tratando de descansar unos segundos. Mi amigo comienza a acariciarme el pelo, haciendo que me relaje aún más y suelte un pequeño suspiro.

— Ya es hora de que me lo cuente, ¿qué hace ahí un titán? — De mi pequeño momento de paz me saca la voz de Hange, pues su tono, pese a ser algo bajo y relajado, está cargado de rabia y me taladra la cabeza.

Con algo de pereza miro hacia la capitana y el pastor, quienes se encuentran a unos diez metros de nosotros. Al lado de la castaña con gafas se encuentra Dante, con los brazos cruzados y la cara seria, fulminando con la mirada al hombre del clero.

El silencio es sepulcral en la muralla. No se escucha absolutamente nada: ni respuestas por parte del pastor, ni los cañones resonar, ni los equipos de maniobras al ser utilizados. Parece como si el tiempo se hubiese detenido.

— ¡Estoy ocupado! Destrozaron la iglesia y los feligreses. ¡Ha sido culpa vuestra! Os demandaré y pediré una restitución. Bajadme de aquí. — El silencio que el cura había mantenido se rompe con esas palabras, y no puedo evitar soltar una risita burlona.

«No has podido tener una peor idea, hombre de Dios.»

— Como quiera. ¿Le sirve que le baje desde aquí? — Con un gesto rápido Hange agarra al pastor por el cuello de su túnica y lo empuja fuera del muro, de tal forma que solo las puntas de sus pies siguen en la estructura. El hombre está atemorizado, y la capitana tiene un gesto tan terrorífico en su rostro que puedo jurar que paralizaría hasta a un titán.

— ¡Dale Hange, tíralo! — Digo divertida ganándome la mirada del hombre. Su semblante cambia radicalmente cuando me ve. Si antes creía que estaba atemorizado ahora lo está cien veces más. Su rostro se ha tornado pálido, ha comenzado a sudar y sus ojos me miran nerviosos mientras todo su cuerpo tiembla.

— ¿Sabes por qué derrama sangre la Legión de Reconocimiento? ¡Para recuperar la libertad que nos arrebataron los titanes! Por eso nos jugamos la vida. No te he pedido que hables, te lo he ordenado. Si no lo haces tú acabaré contigo y buscaré a otro. — Las palabras de Hange provocan que todos los que estamos alrededor nos quedemos callados. Se me han erizado todos los vellos de la piel y no puedo evitar sentir orgullo por el cuerpo al que pertenezco. Todo lo que hacemos, todos los compañeros que vivimos y morimos, lo hacemos por el bien de la humanidad. Y no creo que haya motivo más noble que ese.

Revenge [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora