Capítulo 3

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No recuerdo bien los días posteriores al incendio. Solo sé que Camila está muerta. Nadie la vio salir de la casa, nadie la vio huir por las calles, ella no ha vuelto, y la casa quedó reducida a cenizas. De las llamas solo se salvó un anillo que Camila siempre llevaba puesto.

No queda nada. No me queda nada.

Me paso los días vagando por caminos y poblados, robando comida y durmiendo en establos. No tengo absolutamente nada, solo el anillo de Camila, que llevo siempre puesto.

Me paso las noches llorando, rezando a algún dios para encontrarla al día siguiente a mi lado, con sus amorosos abrazos y sus cálidos ojos. La echo de menos, sin ella siento que estoy perdida.

- Tú mocosa ¿Qué haces en mi establo? - La voz de un hombre me saca de mi sueño. Rápidamente me levanto y le pido perdón mil y una veces.

- Lo siento señor, solo buscaba un sitio donde pasar la noche, no tengo donde ir.- Ante mi disculpa siento como el hombre chasquea la lengua y me mira con desprecio.

- Pues métete en el ejército militar como hacen todos los desgraciados como tú. Si no te vas ahora mismo de mis tierras llamaré a los militares para que te arresten.

Salgo prácticamente corriendo de allí. La voz, la amenaza y la actitud del hombre me atemorizaron hasta los huesos pese a que no era la primera vez que me tenía que enfrentar a un terrateniente furioso. Pese a su reprimenda sus palabras me dejan pensando.

A lo mejor debería unirme al ejército militar. Allí por lo menos no tendría que robar para poder comer, o colarme en establos para no dormir en la intemperie. Piénsalo Alisha, es tu oportunidad.

No tengo nada que me retenga ni nadie que me vaya a echar de menos. No me queda nada ¿Qué me impide unirme al ejército? Si sobrevivo al entrenamiento podré unirme a la Guarnición y llevar una vida normal, o incluso a la Policía Militar si soy lo suficiente buena.

Miro al cielo teñido de colores rojizos y anaranjados a causa del amanecer y recuerdo la promesa que le hice a Camila.

Tengo miedo Alisha - Me dijo la Camila de no más de 11 años. Su cuerpo se iluminaba gracias a la pequeña hoguera que habíamos encendido para no pasar frío.

- Y yo, pero tenemos que ser fuertes, si queremos sobrevivir tenemos que robar, no nos queda otra - Le contesté yo, devorando el pedazo de pan que había robado de una tienda. Camila me miraba apenada. No podía soportar que esos preciosos ojos grises me transmitieran pena. - ¿Qué te pasa? - Le pregunté

- ¿Va a ser siempre así? - Me preguntó con los ojos llorosos. La voz se le quebró y rápidamente bajó la cabeza. Me quedé unos segundos observándola: estaba atemorizada y llorando.

- Claro que no, algún día todo nos irá bien, y seremos felices.

- ¿Me lo prometes? - Sus ojos, llenos de ilusión me miraban. Noté como mi alma se conmovió de inmediato. Lo haría. Lo haría todo por Camila, incluso moriría para salvarla.

- Te lo prometo Cam, te lo prometo.

Debo unirme al ejército, aunque sea solo para perseguir esa pequeña probabilidad de conseguir ser feliz. Se lo debo a Camila, aunque ella no pueda verme ni oírme. Si ella no pudo llevar una vida feliz, por lo menos yo debo hacerlo. Por ella, por nuestra amistad, y por nuestro pasado. 

Revenge [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora