● Harry Potter ●

Cedric Diggory; Dancer in the dark

¤ Smutt

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El llanto de un padre se escuchaba por todo el lugar, pues había perdido a Cedric en el Toreno de los 3 magos. Su cuerpo estaba ahí, a la vista de todos, su rostro lleno de algunos rasguños, pálido y frío.

—¡HIJOOOO!— el grito hizo que todos se asustaran, ocultaste tu rostro entre tus manos mientras te agachabas a la misma altura de su padre, el simplemente puso su brazo en tu espalda para tranquilizarte.

—Tenemos que llevarlo en donde no vean más el cuerpo— añadió McGonagall y así se hizo.

Pasaron algunas horas y por fin te dejaron entrar para despedirte, dolía la mirada del señor Diggory, era vacía y oscura. Antes de entrar, Dumbledore te tomó del hombro

—Sé que será difícil dejarlo ir, pero tienes que ser fuerte.

No entendías porqué te había dicho eso tan claramente, Dumbledore siempre te decía lo que pasaría entre sus misteriosas palabras, sin darle mucha importancia cerraste la puerta de la enfermería para estar sola con el, te acercaste y rápidamente tu corazón se presionó haciendo que salieran lágrimas de tus ojos.

—Cedric....no tenía que pasar esto, eres bueno y no tienes ni una pizca de maldad en tu corazón

Tomaste su mano y la apretaste, de repente se te vino algo a la mente, realmente peligroso pero tenías que intentarlo.

—Tal vez seré expulsada por esto— pensaste, miraste tus manos para después mirarlo a él— no necesito una varita para hacer esto, puedo hacerlo con mis propias manos.

Venías de un linaje de brujas, es decir, eras maga pero tenías magia poderosa que venía de tu familia de las brujas de Salem, esto lo sabían lo profesores pues realmente eras poderosa.

Tus labios temblaban, sabías el hechizo a la perfección pues tu abuela te lo había enseñado para revivir una pequeña ave. Más sabías que podía ser peligroso

Recitaste las palabras, que formaban un pequeño canto, cerraste los ojos y respiraste profundamente para poder concentrarte

Diste un salto al escuchar como Cedric tosía y se ponía recto para poder respirar, te miró sorprendido y asustado, lo mirabas de igual manera

—¿Wildes?— te llamó por tu apellido, un escalofrío recorrió por tu espalda al escucharlo hablar una vez más— ¿no estaba?...

Solo agachaste la cabeza

—¿Pero que hiciste?— te miró con confusión, sabía lo poderosa y la magia que tenías

—Te ayudé, todo está bien, nada malo pasó