Capítulo 20.

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Hoy me despido de todo… todo lo que me hizo mal" Cero a la izquierda – No te va a gustar.

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¿Control de daños o control dañado?

Mismo día, 21:00 p.m.

Jeremy.

—Claro —Vuelve a hablar la mujer que está frente a mí alargando la tercera y la última letra— Estamos solos si llegas a ignorar a los ciento cincuenta hombres que rodean la mansión montando guardia, los empleados, mis escoltas principales y a mi padre.

Esbozo una sonrisa torcida mientras sacudo la cabeza divertido ante todo su sarcasmo.

—Está bien, los ignoro —Es lo único que digo y se encoje de hombros.

Hace rato que dejó de prestarle atención a la película que estaba viendo como también al pote de helado en su mano, el cual, veo que tiene más chispas de chocolate que el mismo helado.

El señor Tomás aparece por un lado dedicándome un saludo que le devuelvo y le dice algo a la pelinaranja que realmente no escucho porque veo como mueve la cabeza en dirección a donde está su papá, dejando su cuello a la vista por lo que mis ojos se clavan en la ya leve pero muy obvia marca de lo que estoy seguro fue causado por un chupeteo muy intenso para que siga durando hasta el día de hoy.

Chasqueo la lengua.

—¡Jeremy! —Escucho su voz llamarme y parpadeo antes de observar su rostro, me mira con su tan maldita y perfecta sonrisa— ¿Estas bien?

—Lo estoy —Aseguro— Dime.

—¿Qué quieres cenar? —Suelta su manta que se desliza hasta su cintura para acomodarse y poder consumir su helado de nuevo— ¿Quieres? —Me lo ofrece a lo que niego.

Me es inevitable no concentrar la vista en sus labios cuando se mete una cucharada a la boca.

—Elige lo que tú quieras —Coloco mi codo en el respaldo del sofá con dos de mis dedos en mi sien para sostenerme— Es mi turno de pagar.

Asiente lentamente para luego tragar lo que tenía en la boca, cierra el pote para ponerlo en la mesita y limpiarse la boca con una de las servilletas que tiene en la misma. Se aparta la manta, baja sus pies para colocarse sus pantuflas y ponerse de pie para ir a la cocina llevando todo lo que tenía aquí.

Veo que el señor Tomás vuelve a su habitación con algo para comer y el celular pegado a la oreja dando reprimendas por mal trabajo a un tal Marcos, la pelinaranja lo observa riendo.

—Ven —Me pide y me pongo de pie para seguirla.

Tengo una fascinación poco sana con su belleza, por la misma es que cada que está en mi radar es inevitable para mí no detallarla.

Pero es que ¡Joder! Tengo justificaciones válidas para ello, solo al observarla una vez te das cuenta que es imposible no caer por ella. Es hermosa, maldita sea, es de esas mujeres que con su simple presencia te desconecta las neuronas fundiéndote en toda la hipnosis de su belleza.

Y no se trata solamente de lo físico, se trata también de su carácter, su independencia, su inteligencia. Son pocas las mujeres tan seguras de sí mismas pero tan buenas y ella, a su manera, es de esas.

Sé que Magali Rosenzweig es una de las mujeres más peligrosas del maldito planeta pero también sé que es esa así porque es lo que mejor le conviene a ella y la manera en que llegué a su vida es todo lo que necesité para que tal cosa se me pueda confirmar.

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