Capítulo 51.

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En este capítulo se narrará todo lo que hizo Magali en los meses que estuvo en Alemania.

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Sin ellos.

Línea temporal: una semana después del encuentro con John. Mes: enero.

Munster, Alemania.

Base de entrenamiento e inteligencia militar de la familia Rosenzweig.

Magali.

—Tic, Tac.

El maldito sonido de ese reloj me fastidia.

—Tic, tac.

Vuelve a sonar, sigo caminando e intento ignorarlo pero de un rato a otro empieza a sonar más fuerte.

—Tic, tac.

—¡Que ya, joder, que ya! —Me paso las manos por el cabello en desesperación, no tengo idea de dónde estoy, llevo rato caminando y lo único que hay es oscuridad con olor a muerte.

Doy pasos leves empuñando la navaja que tengo en la mano sin dejar de buscar una salida «tic, tac» vuelve a sonar y el olor de cuerpos en descomposición se intensifica. Doy cuatro pasos más y palpo la pared hallando un picaporte, lo tomo y cede cuando lo abro haciéndome ver la luz de una selva y…

Una ráfaga de cuervos me lleva al suelo de la nada y caigo manchándome de sangre, veo a un lado mareada y me encuentro con los cuerpos abiertos de Germán y Alicia. Me pongo de pie asqueada y los hilos de sangre se me pegan a los dedos.

«Tic, tac» suena otra vez por lo que retrocedo chocando contra alguien que me toma en brazos llevándome a una puerta, pataleo pero no me suelta y quedo estática cuando abre la misma revelando el símbolo que tengo tatuado en la espalda pero ahora con una corona partida a la mitad, arrugo las cejas dándome cuenta de que ya nadie me tiene y giro hallando a un encapuchado que se baja la gorra dejándome verlo mientras cae en sus rodillas tomándome las manos y no me muevo.

—Perdón por todo, vita mía —Susurra y no entiendo de que habla pero clavo la vista detrás de él hallando los cadáveres de John y Jeremy, él cae también y…

—¡Austin! —El grito desesperado que suelto queriendo tomarlo me desgarra las cuerdas vocales cuando me enderezo en la cama sintiendo que no soy yo.

Las arcadas que toman mi garganta envían escalofríos a mi cuerpo mientras mi frente está empapada de sudor y a duras penas soy capaz de acercarme al borde de la cama cuando sujeto mi cabello como puedo soltando la oleada de vómito que me toma por insufribles minutos.

No hallo manera de cómo tranquilizarme y los minutos se vuelven eternos mientras suelto todo lo poco que he comido en las últimas horas. Las arcadas me sacan lágrimas y tengo que respirar por la boca cuando medio me estabilizo y me volteo en la cama buscando no se a quien pero el pecho no deja de bombardearme y solo parezco caer en cuenta de mi realidad cuando el tigre que duerme a unos metros de mí salta a la cama por el otro lado buscando acostarse a mi lado.

Enciendo las luces como puedo y Zima lleva la cabeza a un lado mirándome confundido.

—Mamá se está volviendo loca, bebé —Pego mi frente a su pelaje y mueve la cabeza buscando que lo mime.

Miro la hora en el móvil que estoy utilizando, son las dos con cuarenta de la mañana y la verdad que el sueño me quitó todo tipo de cansancio, así que le doy unos cuantos mimos a mi mascota y luego de media hora estoy levantándome de la cama para ir a tomar una ducha, salgo, me cambio y envuelta en un conjunto deportivo color azul me muevo al campo donde paso la siguiente hora y media planificando mi día. Cuando están por dar las cinco de la mañana ya hay varios de mis hombres en el campo por lo que me muevo hacia ellos pero a mitad de camino me intercepta Hermann.

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