Capítulo 85.

360 36 7
                                    

▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎

Hay juegos que tienen facetas que cuando llegan a su final la continuación podría tardar demasiado, pero nunca quedarse sin empezar.

▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎☆▪︎

Un pasado que arde.

Narrador Omnisciente.

Han pasado exactamente catorce años con seis meses desde el día que Magali Rosenzweig despertó luego de un coma de cuatro días y lo primero que hizo fue preguntar por sus bebés, por los dos hijos de ocho meses que cargaba en el vientre y que ella vio descender en dos pequeños ataúdes en una tumba que hasta la fecha de hoy luce la grabación de su muerte en la lápida que reposa en tierras paraguayas.

Y ella misma siempre pensó que fue demasiado tiempo, fueron noventa y seis horas después de todo y si Death pudo destruirle la vida en tan solo seis ¿qué puede esperar de Austin Britez? Que es mil veces peor y tuvo noventa horas más.

Miles de preguntas abarcan su cerebro y es que no tiene, no encuentra forma de despertar de la peor pesadilla que ha podido vivir mientras una pregunta se realza entre todas las demás haciéndole picar la garganta cuando la quiere gritar «¿Cuatro días... cuatro malditos días fueron suficientes para dejar de amarme a este punto, Austin Britez?»

Es que hay mentiras que dañan, verdades que se ocultan con el fin de proteger, pero esto... le tiembla la barbilla, las lágrimas no paran y es que no ha dejado de tocar el rostro de su hijo reparándolo de todos los ángulos para asegurarse de que no la estén engañando y se da cuenta que incluso decir que «esto es demasiado» le queda corto a esta falacia que le deja claro que ya ha convivido con el peor de los villanos y no solo eso, sino que a ese logró amarlo.

Las cadenas que hace sonar Adil cuando aleja a Austin de su madre la tensan a ella haciéndole consciente de otra cosa: la persona que la miraba mientras a ella la humillaban era él, los gritos no eran una pesadilla, eran más que reales y Adler sonríe en su sitio clavando los ojos en su mujer. Mujer que no tarda en centrar las ideas y oír el tintineo de la campana que marca el fin del juego en el que la acaban de derrotar.

—Me quedo —dice segura—, suéltenlo —le ordena a John y Jeremy que no tienen más que furia en sus ojos.

—¡No! —grita Austin— ¡Madre, yo puedo...! —Adil lo calla.

—¡Suéltenlo! —Le exige de vuelta a sus esposos.

Adler alza las manos en señal de inocencia y la definición de ira no abarca el sentimiento que recorre a los dos nuevos Rosenzweig, quienes se apartan, bajan las armas haciendo reír al mafioso que trata de burlarse cuando ella avanza hacia él, pero...

Se detiene cuando las dos armas que antes apuntaban la cabeza de Adler, ahora apuntan la de Magali congelándola en su sitio mientras que la tensión que acarrea la escena pone a jadear varios cuando ambos hombres, al mismo tiempo, desactivan el seguro.

—Si no es nuestra, no es de nadie —declaran.

—No serían capaces —el mafioso se tensa.

—Desafíanos.

Los presentes reparan la escena con el asombro en la expresión y es que muchos no saben, pero la realidad para John y Jeremy siempre ha sido esa. Que hayan tratado de buscar otra salida, no descartaba la única viable que había.

—No lo hagan —suplica Austin en su idioma consciente de que ellos lo pueden entender y Adler no—. Les daré lo que sea, lo que ustedes quieran se los juro, pero no lo hagan por favor...

CONEXIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora