Capítulo 42.

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“Todos necesitamos al menos un quiebre alguna vez pero hay veces en las que se empeñan en romper lo que ya ni con trozos cuenta más”

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Evocación.

05 de diciembre del 2020.

17:00 p.m.

Gretchen Magali.

Estuve casi cuatro años con Austin desde que lo conocí, miles de veces me ocultó cosas, como el hecho de que era un jodido experimento sin una pizca de rastros humanos verdaderos y la sangre italiana que lo posicionaba como un miembro de gran importancia dentro de la mafia.

«Tenía miedo, vita mía, tenía miedo de como ibas a reaccionar si te lo decía» esa era su excusa de siempre, cada que me ocultaba algo y yo lo había descubierto salía con eso tratando de justificar el hecho de que por mucho tiempo no confío en mí y es que no me gusta comparar, realmente no me gusta hacerlo porque no es justo pero…

La imagen frente a mí me hace tragar grueso con las sensaciones, la ira y el «tres, dos, uno» que se da como un estallido en mi cabeza dejándome en el limbo cuando impacta con todas las putas creencias, palabras y mentiras que me tragué.

Odio que me mientan, detesto que me oculten las cosas y es que yo he sido tan sincera siempre, no me guardo nada, no me callo cuando algo me desagrada, no intento hacerme ver como la buena sabiendo que soy una hija de perra y… lo mínimo que espero es que las personas a mi alrededor tengan el dos por ciento del mismo respeto hacia mi persona para no mentirme en la cara.

—Diosa… —Alzo la mano hacia mi novio pidiendo silencio mientras me concentro en su padre.

Doy un paso a un lado mientras el rubio de ojos y facciones iguales a los de su hijo tira una cadena con sangre que se aferra al cuello de la cucaracha que suelta susurros cargados de pena cuando lo aleja de mí dejando un liquido cetrino en el piso.

Me mantengo impasible observando como Adam se lo lleva para luego volver a donde estoy con la misma mujer aferrada a su pierna, no se separa de él y mis ojos recaen en ella que se esconde atrás de su amo al captar como su hijo baja los escalones clavando los ojos en mí con John. Emilia Jones no tiene pies, pocas son las mechas de cabello que decoran su cabeza y a pesar de que es la que menos dañada luce viendo a los demás, no quita el hecho de que se vea como un ser que vive para todo menos para ella con ojeras, desnutrida, temblorosa y sangre seca en todo su cuerpo mientras la mantienen amarrada como animal.

—No te di permiso para poder bajar —Reclama Adam— Estás invadiendo propiedad privada.

Alzo una ceja.

—No necesito permiso para pasar.

—Esto es propiedad de mi hijo…

—Y tu hijo sigue estando bajo mi custodia ante las cosas que puede tener en un local de el juego que yo creé —Espeto y me mira estupefacto— ¿No me conoces? —Niega— Me presento, Adam White, mi nombre es Gretchen Magali, creadora del Arte de Morir y Matar e invicta en juego desde hace más de quince años, creadora de las leyes, dueña de miles de sucursales y la única con potestad para pasar a todo lo que tenga que ver con este juego desde que tu hijo firmó el jodido contrato que le daba una pequeña parte de mi negocio.

Lo veo alzar las cejas sin dejar de verme.

—Y estoy segura de que en mi contrato no aprobé un holocausto, tampoco un cementerio —Trato de mantener calma— Por ende, quien invade la propiedad del otro viviendo aquí no soy yo.

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