Capítulo 74.

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"Los habitantes del mundo son crueles dijo una vez un asesino en serie"

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Un camino sin vuelta.

Islas privadas Wicked, base secreta de laboratorios de la familia Kuznetsov.

Jeremy.

Las primeras semanas de tratamiento fueron un desastre, el primer día lo empecé rodeado de pantallas, medicamentos y profesionales de bata blanca que detectaron un 97% de toxinas en mi sistema, el 3% restante era lo que iba a darme la séptima dosis para matarme.

Séptima dosis que me pasé anhelando a gritos los primeros tres días.

Porque sí, a pesar de que tenía fuerzas cuando estaba con Maga, una vez ella abandonó la isla esa barrera que me impedía caer al abismo en mi cabeza se desmoronó, volviéndome esclavo de las ideas suicidas. El medicamento arrasó conmigo dejándome tenso, malhumorado y perdido mientras los días cargados de depresión no hacían más que volverme peor el hoyo; no comía, no bebía y me la pasaba arañándome los brazos, el cuello y la cara, cosa que obligó a Zahid a encerrarme en una habitación amarrándome a la cama, me insertó un montón de cables por todo el cuerpo y a pesar de mis peleas y gritos anhelando que me dejen morir de una buena vez lograron estabilizarme.

El quinto día desperté con una sensación de vacío en el pecho que me hacía escocer la garganta, lo único que podía hacer es imaginarme a John y Maga, horas de tortura donde ni con el medicamento pude dormir y así terminé la primera semana, con esa sensación, con los brazos, el rostro y el cuello lleno de arañazos, sin voz por haber gritado tanto y con un dolor en los huesos indescriptible que me hacía temblar en medio de espasmos que me sacaban espuma por la boca asustando a los médicos cuando hasta el corazón se me detuvo en la noche número once.

Cosa que en ese momento me alegró tanto. Fue la única sensación de paz que tuve y no me duró nada porque anhelaba morir, pero así de rápido como vino ese momento, se fue cuando Angelina Kuznetsova usó toda la potencia del despilfarrador para traerme de vuelta cuando estaba viendo mi entrada al infierno. Sudoroso, con falta de aire y temblando de dolor en los huesos volví a la vida topándome con los ojos furiosos de la abuela de mi mujer.

—¿Te gustó lo que viste de la muerte? —Me levanta de un tirón tensándome los huesos de la espalda, jadeo de dolor mientras el pecho me sube y me baja con la falta de aire que no me deja— Te voy a mostrar cómo es el infierno que te espera realmente a ver si así empiezas a poner de tu parte en esta mierda.

—Angelina, yo todavía puedo... —Zahid luce aterrorizado cuando ella me saca de la cama desconectando todos los cables, se gira hacia el hombre llamando a los enfermeros que me suena en tanto el pakistaní vuelve a decir su nombre en un tono de súplica.

—¡No! —Truena— ¡Métanlo a la sala 503 con etapa uno y que pase ahí unas doce horas! —Demanda y no entiendo nada— Si se muere que lo haga viendo todo lo que le espera por hacerse ver como un cobarde.

Me arrastran por el pasillo hasta el tercer edificio y no pongo resistencia, solo dejo que me lleven mientras Zahid se viene detrás con el terror palpado en el rostro, no sé qué es esa sala, pero creo que nada podría ser peor infierno que mi cabeza en estos momentos. Me llevan a un cuarto privado donde me cambian por un conjunto de pantalón y playera color celeste, me coloco los zapatos mientras me insertan un chip en la parte trasera de mi cuello, no duele y cuando terminan con ello salgo topándome con mis médicos.

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