Capítulo 4.

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El tiempo es relativo a tus decisiones, existen las que pueden hacerte pensar que pasan con velocidad y las que hacen que el mundo deje de girar y te permiten mirar los detalles sin afán.

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Pasando.

Marzo 15, 2020.

Magali.

—¡Oh, mierda! —es lo primero que exclamo cuando abro los ojos y el dolor de cabeza me hace sostener la misma ya que todo me da vueltas.

Observo a mi derecha, hay paredes blancas y una mesita en donde se encuentran mis pertenencias «esta no es mi habitación» los nervios me acorralan ante la declaración, pero miro a mi izquierda en la cama tranquilizándome.

Busco mi ropa y me abro paso hacia el baño en donde tomo una ducha con agua caliente y atiendo mis necesidades básicas. Al salir, el pelinegro sigue durmiendo por lo que tomo mi cartera junto a mi teléfono y cuando voy a buscar la salida siento una mano que se aferra a mi muñeca deteniéndome el arrebato.

—¿Ya te vas? —cuestiona el agente incorporándose y mis ojos se pasean por el torso musculado que me pone a tragar saliva— Siempre desayunamos juntos.

—Tengo que reunirme con Ana.

—¿Justo ahora Ana es más importante? —alza una ceja— Si la ves todos los días, en cambio...

—No voy a discutir contigo sobre importancia —le aparto la mano— Nos vemos otro día, señor Black.

Rueda los ojos dejándose caer en la cama de nuevo, discutimos anoche por una ridiculez y no estoy de genio para hacerlo de nuevo y que al final termine en nada porque no arreglamos las diferencias con otra cosa que no sea revolcándonos en la cama hasta que amanece.

John Black ha de ser lo más cercano a una pareja estable que tendré, un pelinegro de ojos cafés que conocí en una discoteca hace aproximadamente un año seis meses, de allí para acá no han sido más que acostones repentinos cada que saca tiempo para mí.

Porque tiene tiempo para cualquier cosa, menos para venir a verme más de dos veces al mes «no me importa» me repito, tratando de convencerme de ello. Lo comprendo, es decir, entiendo su trabajo, pero... no sé ni qué quiero.

Dejo el tema de lado buscando las llaves de mi auto que espero sí este aquí como mi mente aun algo alcoholizada me quiere hacer creer, desactivo la alarma y efectivamente mi muy nuevo deportivo color azul es el que me recibe.

Paso mis manos por el capo maravillada por la belleza de él y ya luego dejó de ser rara y subo al mismo, una vez dentro me coloco el cinturón de seguridad.

Antes de encenderlo reviso mi IPhone y me encuentro con dos llamadas perdidas de Ana y mensajes de Matteo y Miriam. Opto por comunicarme con mi mejor amiga primero por lo que marco su número es en el tercer tono en donde responde.

—Hola, señorita yo no tengo tiempo para mi mejor amiga desde hace 72 horas —es el saludo que recibo. Suelto una carcajada.

—¡Vaya! Ese es un apodo muy largo —digo, ella me llama perra, río—. Lo siento amiga, es solo que mis necesidades de una buena noche de sexo con alguien que acaba de llegar hace dos días pudieron más.

—Eres una desgraciada, ¿Sabias?

—Sí.

Vuelve a llamarme perra, vuelvo a reír.

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