Capítulo 29.

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“No existe ningún purgatorio las cuentas las vas a rendir acá” Límites – Callejeros.

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Proscripción.

29 de mayo del 2020.

10:30 a.m.

Magali.

Mis tacones resuenan a lo largo del pasillo ya que cada paso provoca el sonido. Me abren paso en medio de los profesionales que me observan expectantes y que yo ignoro mientras camino hasta llegar a donde me interesa. Llego y paseo la vista hasta llegar a la cama para encontrarme con los ojos blancos que estaban observando la puerta y que cuando me poso en la misma se abren de par en par al tiempo en que se le ilumina la cara con una sonrisa para luego saltar de la cama y venir corriendo hasta mí.

—¡Tía Maga! —Me pongo en cuclillas a recibirlo en cuando se estrella contra mi pecho apretándome contra él— ¡Sí viniste!

—Obvio que sí —Lo cargo— ¿Cómo estás?

Giro para salir con él en brazos y camino hacia el centro del laboratorio donde está mi novio hablando con uno de los profesionales y el niño en mis brazos sonríe observándolo.

—¡Tío John! —Grita y el pelinegro se despide del médico para acercarse a nosotros.

—¿Cómo estás, campeón?

—Ya no me duele nada —Contesta alegre, ambos sonreímos— Estoy tomando los medicamentos porque me harán sentir mejor.

—Muy bien —Lo felicito dándole un beso en la mejilla y me sonríe.

—¿Y el tío Jeremy? —Pregunta mirando a todos lados como si buscara al rubio.

—El tío Jeremy está trabajando —Le dice John al tiempo en que Henry le entrega una pequeña bolsa— Pero, te envío regalos.

Se la extiende y el niño abre la boca sorprendido mientras mira la bolsa como si no creyera que sea para él. La recibe despacio.

—¿Para mí? —Asentimos— ¿Por qué?

—Porque el tío Jeremy quiso darte un regalo.

Se queda en silencio mientras mira la bolsa en su mano y observa del pelinegro a mí varias veces antes de volver a ver la bolsa.

—Nadie antes me dio un regalo… —Dice y los dos sonreímos— Tiene un moño.

Toca dicho objeto con sus dedos, sonríe y John le dice que lo abra a lo que él asiente por lo que lo bajo y va a uno de los sofás de espera que hay en donde coloca la bolsa que abre, nos acercamos.

—¡Es chocolate! —Se emociona sacando barras del dulce con emoción— ¡Hay mucho!

—Señorita Rosenzweig —Me llama un doctor y volteo a verlo, me pide hablar en privado a lo que asiento. Le digo al agente que se quede a lo que noto como se tensa levemente pero asiente acercándose al niño para hablarle mientras está concentrado en los dulces.

—Cuida que no se vaya a comer todas esas barras de chocolate de una sola vez —Le pido.

—Tranquila.

Me encamino con el profesional de blanco hasta una de las salas en donde me encuentro con otros dos hombres con bata, tienen la droga de Eitan en el centro de la mesa y me piden que me acerque a lo que lo hago, mis hombres están en la puerta y Gerard está detrás de mí, mis escoltas nunca aceptan reuniones a solas a no ser que yo lo diga por lo que como no confío en esta gente mi escolta principal no se retira.

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