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La velocidad de un suceso no altera sus efectos.
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Adicción.
Septiembre 27, 2018.
Inglaterra, Reino Unido.
Magali.
El frio de Londres se me cala en los huesos mientras aprieto la baranda metálica del balcón, el cabello se me mueve con el viento helado que se toma la ciudad mientras los nudillos se me blanquean apretando el metal «soy una mujer fuerte» repito en mi cabeza «admirable, valiente, suficiente» sigo con las afirmaciones cargadas de mentiras que una terapeuta me obligó a implementar.
Pero la calma no llega, me duele la cabeza como si los recuerdos me atropellaran el cerebro dejándome inconsciente en el piso. Años de terapia inservible, años de movilizaciones sin resultados porque es mentira eso de que poner de tu parte ayuda, yo he dado todo de mí para seguir y aun así el rencor es lo único que me mantiene con vida.
He sobrevivido a escenarios monstruosos y psicópatas mal disfrazados ¡estoy completamente negada a dejar que una maldita depresión me mate! Soy más que eso... tengo que ser más fuerte que esto.
«Necesito una distracción» caigo en cuenta, el licor ya no es suficiente y por ello abandono el vaso de whisky en la mesa del balcón adentrándome a mi lujoso penthouse. Tomo un baño rápido antes de adentrarme a mi closet buscando qué ponerme, un vestido dorado con brillos y unos tacones de punta fina son los elegidos y me maquillo frente al espejo con algo de urgencia ya que necesito encontrar algo con lo que calmar esta crisis ya mismo.
Nada me ha calmado, he tenido tres diferentes compañeros sexuales en la última semana y ninguno ha servido para una mierda «tal vez debería volver a visitar Las Vegas» la única vez que tuve suficiente fue en ese viaje el año pasado, de allí para acá nada alcanza mis estándares y estoy empezando a creer que enloqueceré.
—Gerard —llamo a uno de mis escoltas principales— Saldré, a la discoteca de siempre.
Es una discoteca exclusiva, la única a nivel de mis requerimientos dentro de Inglaterra. No está abierta para público en general, solo para gente con un nivel económico superior al común.
—¿Conducirá, señorita Rosenzweig?
—Sí, pero acompáñenme ambos —le digo refiriéndome a Theo, mi otro guardaespaldas principal y asienten sabiendo a lo que me refiero.
Termino de esconder las ojeras bajo mis ojos, aplico mascara de pestañas y un labial antes de tomar mi cartera donde guardo todo bajando a buscar un auto, elijo el primer Maserati que veo por la urgencia de salir y me adentro a las calles de Londres hasta el establecimiento ubicado en el centro de la ciudad donde me adentro.
Mis escoltas se quedan afuera y a mí me hacen pasar a la zona VIP donde ya me tienen una mesa preparada, me traen un Dalmore sirviéndomelo mientras miro la pista en busca de hallar alguna distracción para hoy.
Varios se acercan a mi mesa, pero aparte de que mi gusto es exigente y estos se ven como simples mortales, la labia me aburre a tal punto de que termino echando a dos cuando quieren prometerme amor eterno pensando que así me llevarán a su cama, no quiero amor eterno, solo quiero follar y parar los gritos de mi cabeza por una maldita noche.
—Necesitas ayuda —Una voz masculina cargada de poder me endereza cuando siento su aliento en mi oreja.
Arrugo las cejas volteando hacia un lado topándome de frente con «verdamatt» nunca había visto ese tono de café en los ojos de nadie, son... joder, son espectaculares.
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CONEXIONES
SpiritualMagali Rosenzweig. Una exitosa empresaria mundialmente reconocida que lo tiene todo: dinero, belleza e inteligencia, pero con un pasado infernal que hace años se propuso dejar atrás. Con una nueva vida en Inglaterra y un éxito intachable en su carre...