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A veces damos golpes mortales que nos destruyen.
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Ultimátum.
Adler.
Usar uno de mis inventos más mortíferos en mi mujer es algo que nunca pensé hacer, pero que ahora es una opción que no puedo descartar, el tiempo se me agota, los días siguen avanzando y el que los hermanos Rosenzweig no me hayan servido solo cortó todo el tiempo que intenté darle a Magali para que recapacite.
La aeronave desciende en mis propiedades y río levemente sabiendo que salir de Inglaterra no me costó nada, cuando eres un hacker con mis habilidades denegar una orden del supuesto «vicedirector» es demasiado fácil, si creen que cerrando fronteras y enviando armamentos de guerra me van a detener cuando ya tengo lo que quiero... patéticos.
Ellos no llevan todo el tiempo que llevo yo en esto, son simples principiantes que juegan a ser del equipo de los grandes.
Abren las puertas de la aeronave y me pongo de pie a tomar a la mujer que yace dormida en el sofá frente a mí, la alzo en brazos encaminándome a la salida y sigue sin despertar mientras bajo del jet. Adil, mi antonegra, se posa a mi espalda mientras camino entre los hombres que forman un túnel hasta mi propiedad, se inclinan en una reverencia a medida que avanzo y me encargo de no apartar la vista al pecado hecho mujer que tengo en brazos.
—¿La habitación de la reina ya está preparada? —Entro a la propiedad donde están las esclavas que se tensan manteniendo la mirada en el piso con mi pregunta.
—Creímos que se hospedaría en su habitación, señor... —se excusa una.
—¿Di esa orden? —cuestiono molesto—. ¡No! Dije que preparen la habitación de la reina y esa no es la mía, ella debe tener su propia habitación.
Se apresuran a cumplir la orden.
—Lo... lo solucionaremos señor —se van a las escaleras y sacudo la cabeza siguiéndolas, se quedan en la puerta frente de la mía y no tengo más opción que avanzar a mi cuarto por culpa de estas incompetentes.
—¡Apresúrense a tener todo listo antes de que la reina despierte! —exijo, no quiero problemas con confusiones pendejas de creer que dormirá conmigo.
Avanzo a mi cama dejándola sobre las sabanas, le tomo el pulso, le estudio las pupilas en lo que mi antonegra se mueve por la inyección que me extiende y le coloco.
—¿Necesita algo más, señor?
—Encárgate de que le tengan una sopa nutritiva y recién hecha, también ropa limpia —ordeno—. Luego llévate a Daemon y Neith a la cabaña de Estocolmo.
—Ellos exigirán verlo, señor.
—No tengo tiempo para cursilerías ahora, debo centrarme en el bienestar de mi mujer. Llévatelos y diles que tuve que quedarme más tiempo por negocios o invéntate algo para que no lloriqueen.
Asiente saliendo del cuarto y una de las esclavas viene a avisar que ya tienen listo lo que pedí por lo que vuelvo a alzar a Magali en brazos llevándomela al otro cuarto que está cruzando el pasillo, ya está todo preparado para ella y la dejo en la cama de sabanas negras acomodándole el cabello sobre la seda de las fundas, le quito los zapatos al igual que los accesorios poniéndolos en una bandeja de oro a un lado de su cama, ya me encargué de desactivar el dispositivo de rastreo que tienen todas las joyas así como el chip que se implantó, tomo su mano detallando el anillo que no le he quitado y trato de tomarlo, pero de la nada aparta su mano haciéndome alzar la vista a su rostro.
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CONEXIONES
SpiritualMagali Rosenzweig. Una exitosa empresaria mundialmente reconocida que lo tiene todo: dinero, belleza e inteligencia, pero con un pasado infernal que hace años se propuso dejar atrás. Con una nueva vida en Inglaterra y un éxito intachable en su carre...