Capítulo 17: La Cripta (Klaus)

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Siguiendo el hilo de Klaus como mejor amigo.

[...]

Una ola de escalofrío recorrió sus espaldas al escuchar como la voz de su padre retumbaba en aquel lugar, sabiendo por ese tono amenazador que se habían metido en problemas.

Poco a poco se fueron girando para encontrarse de frente con su penetrante mirada, sin embargo, tuviste el valor para enfrentar a su padre en un primer momento.

—¿Qué es este lugar? —le preguntaste directamente.

Klaus te hizo una seña para que no le preguntaras, pero ya era tarde, lo habías hecho antes de verlo.

—No me respondas con otra pregunta, Número Ocho —te advirtió—. Quiero saber, ¿qué están haciendo aquí? —les volvió a repetir.

Tú volteaste a ver a tu mejor amigo y él a ti en ese mismo instante, no sabiendo qué responder. Pero de lo que estaban seguros era de no admitir la verdad, manteniendo su secreto.

Cada segundo que transcurría de silencio, la mirada aterradora de Reginald calaba más profundo, atemorizándolos. Ninguno hablaba, y fue por esto que su padre tomó una tajante resolución.

—Que sea la última vez que entran a este lugar —les advirtió, apuntándolos a ambos con su dedo acusador—. Y ahora síganme. Si quieren estar husmeando por lugares en donde no deberían estar, les dejaré pasar la noche en uno así.

Les hizo una seña para que lo siguieran, y él mismo dio unos pasos hacia el pasillo.

—Papá, déjame explicarte... —expresó Klaus intentando detenerlo.

Probablemente ya se había inventado una historia, como siempre tan hábil con su distorsión de la realidad en la punta de la lengua, pero fue interrumpido por su padre.

—Silencio, Número Cuatro —obtuvo como rotunda respuesta.

Reginald continuó caminando a paso firme, mientras ustedes dos lo seguían un poco más atrás.

Tú no tenías idea a dónde se dirigían, pero Klaus reconoció el camino de inmediato. Se toparon con el frío del exterior una vez que los condujera hacia el patio de la mansión.

Continuaron caminando hacia una parte alejada, precisamente donde se encontraban las criptas, donde aparentemente estaban enterrados algunos antepasados de la familia. Al menos eso era lo que creían ustedes.

Su padre abrió la puerta de doble hoja, e hizo un ademán con su mano para que ingresaran.

—Entren allí —les indicó.

—Otra vez no... —murmuró Klaus, aterrado por volver a entrar a ese lugar como cuando tan solo era un niño.

—¿Qué? No, no puedes dejarnos allí dentro —le reclamaste al ver la oscuridad que allí reinaba.

Reginald no emitió palabra alguna, ni siquiera le interesaba escuchar sus opiniones o reclamos, la decisión ya estaba tomada. Los obligó a ingresar, empujando a cada uno hacia el interior por sus hombros. Y acto seguido cerraría la única puerta de aquel tétrico sitio, para luego dejarlos allí sin ningún remordimiento.

Una vez que su padre se alejara, Klaus cerró fuertemente sus ojos y cubrió sus oídos con ambas manos, para no tener que ver ni escuchar a los espíritus que había en aquel lugar donde por tanto tiempo había sido torturado por su padre.

Estabas segur@ que allí estaba repleto de espíritus, así que te mantuviste a su lado, abrazándolo para demostrarle que no estaba solo. Esta vez no estaría solo en aquel frío y oscuro recinto.

Mi vida con los HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora