"There's a Starman waiting in the sky, he'd like to come meet us, but he thinks he'd blow our minds
There's a Starman waiting in the sky, he's told us not blow it, 'Cause he know it's all worthwhile, he told me"
Era la canción que sonaba en la pequeña radio antigua que había aquí. Era curioso. Me recordaba a lo que sucedió ese día. Ni siquiera pude verlo de cerca. No sentía remordimiento alguno. Perdí ese sentimiento desde que descubrí lo que ella hizo. La historia que ella nos había contado era rara. Ilógica. Ahora sigo sin saber exactamente qué quería la regente.
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Una vez tuvimos todo lo necesario de la tienda (comida, agua y vendas para al menos dos semanas), partimos a Nuevo México. Penny tenía una brújula, y gracias a eso supimos a donde debíamos ir. Por alguna razón, todo estaba muy tranquilo.
No había rastro de vida. Nuevamente, sentía la respiración de alguien en mi hombro, pero cada vez que volteaba no había nadie.
Colette me miraba perturbada. Como si supiera más de lo que ella aparenta. El libro que siempre cargaba me daba curiosidad. Pero me da más curiosidad todavía saber por qué muestra solo un ojo.
Nuevamente, no había nada ni nadie a lo lejos. Caminaba con miedo al recordar aquello que soñé, y que aquél Gigante Frenético seguía merodeando por allí.
Por alguna razón, no sentía nada dañino. Era como si la noticia de que me podría salvar me ayudara de algún modo.
Al caer la noche, me sentía feliz. Ya estábamos en Nuevo México, y pronto llegaríamos a Nevada.
Acostada en el frío suelo, contaba las estrellas. Eran infinitas. Poco a poco, cerraba mis ojos, hasta que caía rendida.
Era una consumada científica. Estaba en un extraño laboratorio. Tenía un traje espacial.
Me estaban llevando a una cápsula en específico. Entonces, vi a nada más y nada menos que al presidente de los Estados Unidos.
Presidente: Señorita Laura Brownrigg, el país le agradece que sea usted quién participe en este experimento.
Beatriz (Laura): Es un placer. Tengo una hija que mantener, un esposo que joder y una hermana mayor que me quiere matar.
Yo (ella) entró en la cápsula.
Alexander Gulptill: Damas y caballeros, hoy mi esposa viajará diez y nueve años al futuro. Hoy, doce de Mayo de dos mil diez y siete, se hará el primer viaje en el tiempo.
Laura Brownrigg esperó unos segundos a que se haga la cuenta regresiva.
Ella estaba preparada. Sentía que nada podía salir mal. Ella contempló una foto de ella cargando a su recién nacida hija. Ella la besó. Sin casco pero con traje, espero a que la cuenta finalmente termine. Y cuando llegó el momento todo se oscureció.