El Día en el que el Sol Dejó de Brillar (mini capitulo)

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La noche era perfecta. Las estrellas eran visibles en el cielo. Echaba de menos la Luna, pero no era algo de qué preocuparse. La iluminación era escasa, y Amber se negaba a encender su antorcha. Solo se limitaba a ir detrás de mí. El vampiro y la peli-blanca aumentaron el paso; Escipión me hizo retroceder para dialogar.

Pero no dijo nada. Me observó con firmeza y determinación, y me adelantó lentamente. En lugar de seguirla, permanecí estancada en el suelo. Ni Escipión, ni Mortis ni la propia Colette lo podían escuchar. Yo sí.

Esa voz que atormentaba a los fuertes e idolatraba a los débiles. Una guía a los inteligentes a la locura, y a los ignorantes a las riquezas. Farr tenía razón: Dios tiene favoritos.

La voz me ordenaba permanecer quieta mientras mis compañeros me dejaban atrás.

Amber en cierto momento también permaneció quieta, y volteó a verme. Habían lágrimas en su rostro, y su nariz rota que, extrañamente, no poseía al salir del hotel. Se arrodilló en el suelo, y empezó a llorar descontroladamente. Desde las sombras de la noche, pude ver como alguien le azotaba en la espalda con un látigo. Una otra vez, mientras Amber solo podía llorar.

La sombra lentamente dejó de torturar a la fémina, y entonces, las estrellas mostraron el ahora maltrecho rostro de Amber, y su azotador, u azotadores.

Sanguine desde la derecha, con su típico traje formal marrón, su macabra sonrisa de oreja a oreja, y sus lentes oscuros. En cierto momento se los llegó a bajar, mostrando sus ojos. O mejor dicho: las cuencas de sus ojos. No los tenía.

El mismo Landon Farr, con su bata de laboratorio y semblante serio. En una mano poseía el látigo, y en la otra una copa de vino tinto.

A su derecha, un hombre con un peculiar traje. Una armadura metálica de el cuello a la cintura, un casco con forma de arco de plata, un escudo cuadrado con un castillo de símbolo en el centro, y una escoba guardada detrás de su traje.

Y el principal verdugo. Me esperaba que fuera él, lo que no me esperé fue su aspecto. Su cabello estaba revuelto, lleno de polvo y escombro. Su rostro estaba manchado de ceniza, y tenía un arma de fuego pesada en su mano izquierda. Su traje era más militarizado, pero igualmente calcinado de algún modo.

El miedo invadió mi cuerpo al ver lo siguiente. Los ojos verdes de Farr se tornaron blancos, mientras que vomitaba sangre, y algo físico de su cuerpo. La cabeza del caballero se desprendió de su cuerpo sin salpicar sangre. Únicamente había una soga donde antes estaba su cabeza. Sanguine seguía exactamente igual como estaba, solo que sin la sonrisa que tanto le caracterizaba, y uno de los lentes de sus gafas estaba roto, mostrando sus cuencas vacías.

Mortis en cambio, tenía heridas de bala en las piernas, una estaca clavada en su pecho, y las cenizas cubriendo parte de su piel pálida. En su rostro podía ver a alguien traumatizado, alguien que había sufrido tanto, que ya no podía sufrir.

Y finalmente, la fémina. Ella estaba igual de destrozada que el vampiro. Heridas de bala, quemaduras de primer grado en el cuerpo, ceniza en una mitad de tu rostro, y un fusil de Asalto en sus manos, apuntando a sí misma.

Sin levantarse del suelo, disparó el arma hacía si misma, y todo se volvió oscuro.

La voz de Amber me guió por la oscuridad. Me decía a donde ir, y a donde no. Todo a mi alrededor estaba en llamas, como si fuera el infierno. Súplicas agónicas, gritos y lamentos escuchaba a mi alrededor. Todos con las voces de aquellos que conocí. Sandy me pedía ayuda al estar rodeado de demonios, Bibiana estaba siendo torturada por monstruosidades enormes, Penny era arrastrada hacia el fuego, y Maxine permanecía sentada observando el fuego, buscando algo con la mirada.

Todos aquellos que murieron por mí culpa estaban allí. Escipión pedía ayuda después de ver cómo el campamento de la República volaba por los aires. Mortis era asesinado por un disparo en la cabeza. Y Colette se acercó al precipicio por voluntad propia, contemplando el horizonte donde la Tierra termina.

Amber me llevó hacía una puerta roja, que me pidió abrir. Lentamente giré la manilla, y entré al cuarto oscuro. Aumenté el paso por la oscuridad al ver una luz sobre algo destrozado. Al acercarme lo suficiente, pude comprobar que era un helicóptero.

No había nadie en los alrededores, salvo ella y la traidora. Amber estaba en el suelo, adolorida, mientras Jessie permanecía dentro del derribado helicóptero, malherida.

Mortis y Colette me ayudaron a recogerlas. Escipión era llevada por mí, mientras Jessie, obligada, nos seguía.

Extrañamente, Amber aún tenía marcas de látigo en la espalda.













Fecha de publicación 27 de Octubre de 2021

La Plaga De La LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora