los proscritos

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"Sabes, cada día la idea de que realmente no hay vida inteligente en el planeta me es más coherente— dijo el mercenario intentando entablar conversación— el humano no tiene dinero para poblar de agua zonas áridas pero si tiene para buscar agua en Marte. ¿No te parece curioso?"

No podía permitirme ese tipo de vagancias. Únicamente podía limitarme a concentrarme en intentar contar al desafortunado que encuentre mi cadáver la historia de la caída del suroeste del país. Y del por qué Navarro finalmente cayó, y todo lo que sucedía allí fue borrado.

"Tienes miedo a decirlo, ¿No? Amber obtuvo su redención, Mortis encontró finalmente paz. Colette decidió hacer lo que tenía que hacer. Solamente tú y ella quedan como responsables de lo que sucedió aquella noche. No somos tan diferentes Beatriz Gulptill, ambos fuimos testigos de un genocidio masivo, y ambos vivimos como almas muertas por la culpa de los verdaderos causantes"— dijo severo, aunque igual de melancólico que yo

"Esa es la mayor diferencia entre tú y yo. Yo no lo disfrute, y no fue nuestra intención. Y aún así, yo soy la única culpable"

"Me resulta curioso que esas fueron las mismas cinco palabras que dijo la Capitana Amber Cornelia al darse cuenta de lo que realmente sucedió"— dijo con total seriedad, con todo el peso de sus palabras a mi espalda. Curiosamente, me recordó a la regente

Triste por escuchar aquello, volví a mi manuscrito. Pronto se acabarían las páginas. Y aquellos gruñidos cada vez eran más sonoros. La sola idea de que mi inminente muerte caería al cabo de tres días dejó de asustarme desde que comencé a relatar. Era extraño que lograra recordar cada detalle.

.......

Desperté en el frío y metálico suelo. Estaba en la misma posición que antaño. Sabía perfectamente que seguía en aquel horrible lugar, y tenía que aceptarlo. No podía esperar a que la vida y la suerte me den todo tan fácilmente. Obviamente jamás tendré de vuelta mi vida normal, aunque la verdad, esa vida normal solo era un recuerdo ya lejano.

Al levantarme de golpe e intentar caminar recordé que estaba herida. Solté un grito de dolor, que tuve que ahogar bajo mi propia saliva para evitar que alguien me escuche.

...

El Gigante Frenético seguía tendido en el suelo, asesinado por un disparo en la cabeza. Únicamente me quedaban aguijones ralentizadores, concretamente dos. Evidentemente yo no había ejecutado al monstruo. No había duda alguna. No estaba sola.

Al darme cuenta de ellos, no pude evitar alegrarme. Sonreír por la ilusión que me causaba. Al cabo de dos segundos, esa sonrisa desapareció porque solo era eso. Una ilusión. Aquellos que alguna vez habitaron este lugar eran esas mismas personas que intentaron aesesinarme antaño. Los supuestos creadores de todo esto. Aquellos que culparon a Alexander Gulptill sobre esto. Y que, de alguna forma, hicieron que todo aquél portador de esa vil mentira estuviera en mi contra, pese a no estar relacionado a mi padre en eso.

Solo tenía una ligera duda acerca de la moralidad de aquellos supervivientes al desastre. Ellos me habían salvado la vida. No tenía mucho sentido que, siendo ellos técnicamente los responsables indirectos de la devastación del mundo, hayan salvado mi vida.

Mis instintos me decían que lo mejor sería escapar intentando evitar a aquellos humanos. Seguía débil. Me limitaba únicamente a observar el extraño símbolo de las cajas: una letra, la inicial de una palabra en específico. La letra "E" estaba rodeada de estrellas.

Símbolo de un Enclave. Eso me daba dos posibilidades, ambas horribles. La primera era que el Búnker Alfa era una clase de zona de control de las diferentes subdivisiones de la Corporación Génesis, y esas cajas eran algo que trajeron una de esas subdivisiones hace varias Davas.

La Plaga De La LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora