"Él falló. Creyó que lo había hecho bien, pero no. Falló.
Y entonces, crecí junto con mi mejor amigo para buscar venganza del asesino de mis padres"
"Debes rendirte Bea. Te espera un destino mejor detrás del velo"
No podía escucharlo. No quería escucharlo. ¡Me eloquecía!
Con furia dejé el bolígrafo y tiré la radio contra la pared. La pateé una y otra vez, hasta dejarla irreconocible.
Pero no fue suficiente.
"Lo has comprobado tú misma. Tus amigos, muertos. El mundo, ardiendo. Y tú, sola"
Byron Vengeus seguía siendo el mismo monstruo sin corazón que conocía tiempo atrás. O no. No sabía quién era yo para saber quiénes son los demás. Estaba sola con mis pensamientos. Atrapada junto a un documento que tenía que redactar... ¿Por qué? ¿Por qué contar mi historia? Ya no debía de haber nadie con vida a este punto...
Una forma de ignorar mis penurias y desastres... Recordando todo lo acontecido. No tenía ya fuerzas. No tenía ya voluntad sobre mi ser.
Tosí un extraño líquido negro sobre la hoja. Sin darle importancia, volví a coger el bolígrafo y seguir escribiendo.
Max: Dios mío, Dios mío... Ya... Ya estamos a salvo...
Nos habíamos ocultado en una casa cercana mientras gruñidos se escuchaban de la oscura noche. Los disparos y gritos de miembros del 33 eran notorios, así como extraños sonidos provenientes de criaturas sacadas directamente del infierno.
La heroína estaba notoriamente preocupada. Su pulso estaba alto, y sudor resbalaba de su rostro tras quitarse el casco. Intentó sentarse en el suelo y respirar profundamente para intentar calmarse, pero eso solo causó que el evento posterior la tomara desprevenida.
La puerta había sido derribada por una criatura completamente roja, cuyos dientes destacaban así como el agudo grito agudo que por la poca distancia entre ambos le aturdió levemente.
El Calcinado era diferente al que recordaba. Debía de ser similar a los Coléricos, los más antiguos, los más eficaces, los más implacables.
La heroína le disparó repetidas veces, lo que causó qué gritara lo suficientemente fuerte para ser escuchado. Y así, un segundo ente apareció de la oscuridad de la casa. Este ente le vomitó una extraña sustancia a la heroína al brazo, lo que causó corrosión en su manga y la aparición de ampollas en la zona afectada, acompañados de los alaridos de la fémina.