Refugio

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"sabes, me sorprende que no hayas cortado la llamada sabiendo lo que sucedió"

Lo ignoré como de costumbre. Me estaba volviendo loca con el tiempo. Me limité a esperar a que todo terminara. Como si fuera a terminar.












Abrí mis ojos lentamente. Me estaban arrastrando. Había una noche con Luna Llena. Vi que Colette me estaba arrastrando hacía la sombra de un árbol. Al dejarme allí, me hizo la seña de silencio. A mí derecha, estaba el vampiro poniéndole vendas a una moribunda Amber. Podía ver que ella respiraba débilmente. Había un rastro de sangre a lo lejos, que terminaba donde se encontraba la peli-naranja.

Me acerqué y le toqué la frente. Tenía fiebre por el calor un tanto exagerado que desprendía. El vampiro estaba sudando, y Colette tenía mi mochila, cargada a simple vista con más cosas de las que tenía.

Ella se sentó a mi lado y me entregó algo de comida, pero antes me hizo nuevamente la seña del silencio.

Poco a poco mi respiración aumentó. Mi brazalete en mi muñeca, aunque silenciada, sentía su constante pitido. Amber moribunda me observó un tanto perjudicada. Tenía sangre en el hombro.

Ella suspiró y observó a la Luna. El vampiro ya le había vendado las heridas profundas. Y junto a los analgésicos Amber estaría bien.

Lentamente vi que la Luna rotaba sobre el planeta. Para luego cerrar mis ojos, y caer rendida.





Nuevamente era arrastrada por Colette. Esta vez, me habían llevado a unos leves suburbios nuevamente. Parecía un punto medio entre Socorro y Albuquerque.

Yo y Amber estábamos en el suelo, mientras Mortis estaba sentado viendo al sol, mientras la peli-blanca estaba durmiendo todavía. Sentía la caliente arena en mi piel.

El vampiro me entregó una nota que él escribió.

"El golpe de dejó una conmoción. No te sorprendas si repentinamente te desmayas"

Cuando estaba apunto de hablarle, me tapó la boca. Por alguna razón, él no quería que hablara. Amber tampoco emitía palabra alguna. Y Colette se limitaba a observarme en el suelo, fingiendo estar dormida.

La peli-naranja repentinamente me abrazó, y con los ojos llorosos susurró en el oído:

"Dios está muerto porque nosotros lo matamos"

Ella se levantó, y caminó en línea recta por la zona. Mortis me ayudó a levantarme, y la seguimos en silencio. Colette al poco rato también nos siguió.

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Amber caminaba rectamente sin mostrar signos de vida. Como una zombie. Con cada paso que daba pensaba en qué estaría rondando por la cabeza de la fémina. Apretaba sus puños, estaba enderezada y algunas de sus lágrimas caían al suelo.

Mortis estaba más serio que de costumbre. Colette también, con la pequeña diferencia de que podía ver un poco de sangre debajo del mechón de cabello que cubría su ojo.

En medio de ellos, estaba yo, caminando sin rumbo, caminando a mi propio infierno personal. Era desesperante ver cómo caminábamos por el mismo paraje. Cada cinco pasos se repetían las casas, las plantas, los autos, los cadáveres y las lágrimas de Amber.

Al cabo de cinco minutos, comenzó a llover. En lugar de refugiarnos, seguimos caminando. No sabíamos si quiera si ir en línea recta nos llevaría a Arizona. Tenía miedo de que estuviéramos volviendo de Texas por accidente.

La Plaga De La LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora