prólogo

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Generalmente, cada historia de desastres comienza con un científico ignorado, y esta no es la excepción. El día del fin del mundo, denominado así por los primeros en ver lo que ocurrió, comenzó casi como siempre. Un hombre caminó a su trabajo, estuvo ahí por mucho tiempo, luego salió, y a altas horas de la noche, la muerte inicio su negocio.

Mi padre fue un reconocido físico, es una lastima que muriera en aquel laboratorio. Tal vez él fue el precursor de lo que ahora nos afecta, pero es una creencia popular no muy lógica.

Mi nombre es Beatriz, pero mis amigos y conocidos me llaman Bea. Soy una entomologá inglesa enfocada en la apicultura. Tengo un total de 20 años, un extenso grupo de amigos, una loca jefa bisexual, y un crush. Mi mejor amiga es la vigilante, o heroína, llamada Maxine, pero la llaman Max. Ella es tres años mayor que yo, pero bueno, casi todos son tres años mayor que yo. En total, soy la más joven de nosotros.

Al igual que mis amigos, yo tengo una habilidad excepcional para diversas cosas. Muchos llamaron a este efecto "brawler", más bien que somos un grupo de personas que puede hacer cosas únicas en el mundo. Cada una estaba oculta en la gran ciudad.

De vuelta a lo que me trajo aquí, yo y mi jefa estábamos experimentando con unas plantas carnívoras en busca de un material viscoso que nos serviría más adelante. Aquel liquido tenía diversos efectos que queríamos averiguar.

Beatriz: ¿Segura que estás lista, Rosa?

Rosa: Muy segura.

Ambas entramos al ambiente controlado. Tanto ella como yo sufrimos de un miedo incontrolable aquel día. Ella, usando unos guantes de látex, abrió la mandíbula de la planta, y yo, con una jeringa, extraje de su "lengua" el líquido por el que hacíamos esta gran empresa.

Beatriz: Bueno, tenemos el líquido. Ahora el futuro de la ciencia y la evolución está sobre tus hombros.

Ella agarró la jeringa y la examinó con un microscopio.

Rosa: Interesante.

Ella siguió revisando, hasta que se paró repentinamente y anotó unas cosas en la pizarra con unas tizas. La mesa de madera marrón del centro casi sufre una caída, pero por suerte su forma era un rectángulo y esas cuatro patas amortiguaron la caída.

Beatriz: ¿Que escribes?

Rosa: Fórmulas.

Ella siguió, hasta que nuevamente paró y metió aquel liquido en un frasco químico.

Luego, lo hirvió. Estuvo así por una media hora, hasta que lo sacó.

Beatriz: Sigo sin entender...

Rosa: ¡Lo logré!

Recuerdo que en ese entonces, no entendía nada de lo que decía y solo asentí con la cabeza y le dí una alabanza.

Rosa: Lo tengo, lo tengo...

Beatriz: ¿Que tienes?

Rosa:...

Ella no me respondía. Seguía con sus experimentos. Al no saber que hacer, caminé a otra habitación: la cocina. Este lugar prácticamente era el hogar de mi compañera Rosa. Allí, abrí el refrigerador y saqué una pizza que ella ordenó hace cinco horas. La introduje en el horno eléctrico y esperé a que se calentara. Estuve así por media hora, hasta que escuché un "beep", que significa que el refrigerio estaba listo. Coloqué las piezas de aquella de forma simétrica e igual en platos de vidrio blanco. Le llevé uno a mi maestra.

Rosa: Oh, gracias.

Dejé el platillo en la mesa y me dispuse a cenar. A pesar de que eran las once de la noche, no tenía ningún rastro de hambre, pero aún así deseaba comer.

El reloj de mi muñeca marcaba las doce en punto. El antíguo reloj inglés de la cocina sonaba sin parar. Era un milagro que no fuese un reloj "qu qu", o como se llamen. Caminé lentamente al laboratorio. Tenía cierto grado de miedo porque no la escuchaba desde hace una hora, y ella no es de quedarse callada por mucho tiempo.

Beatriz: ¿R-rosa?— dije temerosa e insegura

Al no verla por ningún lado, mi temor aumento. Dí un saltito de miedo al sentir que la electricidad fue cortada, y que una mano tocaba mi hombro. Me desmayé de inmediato.

















Fecha de publicación aproximadamente 15 de Julio

La Plaga De La LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora