El Dominio Del Fuego

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Evidentemente Mortis me ayudó a caminar. Seguía muy débil. Colette y Amber (en especial la primera) se preguntaban que había sucedido conmigo. ¿Cómo les decía que había estado en un Búnker? ¿Cómo les decía que ellos saben más de lo que pensamos? ¿Cómo le diría a Mortis sobre Frank?....

Subimos cuesta arriba, con las estrellas a nuestras espaldas. El vampiro hizo callar a ambas féminas. Era raro verlas de forma distinta. Colette tenía un traje similar (por no decir exactamente igual) al que Jennyfer, la recepcionista de la Morgue, tenía; con la pequeña diferencia de que tenía el traje cubierto de sangre fresca. Su cabello enredado aún estaba presente, como también el mechón que cubría su ojo. Aún había sangre seca detrás de dicho mechón.

Amber era aún más difícil de decir. Tenía una sonrisa un tanto extraña. Cuando le pregunté por ella, solo respondió: "ya nos nos atormentarán. Ya no hace falta callar para ser escuchado. Al fin... La muerte solo es secundaria"

Sus ropas eran también extrañas. Por un lado tenía un uniforme militar, pero sin el símbolo del Enclave en el hombro. Tenía unos zapatos peculiares, de un color purpureo con rayas de un fucsia, sin trenzas. Más que zapatos parecían botas. Su vestimenta era aún más extraña. Poseía la camisa militar que yo poseía (franela gris clara con una chapas colgando de su cuello), su cabello despeinado (mostrando su colorido y muy largo cabello) y una falda larga de color rojo.

Lo extraño era que esas chapas tenían el nombre de Griff Sterling.

Por otro lado, Mortis seguía exactamente igual. Su rostro pálido, su mirada seria, su traje de sepulturero...

Lo único diferente era que su pala era un tanto distinta. Era más afilada. Más mortífera. Más letal. Tenía sangre en el metal. ¿Será de ese tal Sterling?

Al llegar finalmente a Farmington, decidimos acampar en esa zona. Según la peli-naranja, eran las once de la noche. Para nuestra suerte, no nos encontramos con ningún contratiempo.

La noche fue fría y larga. El vampiro montaba guardia. Colette me contaba cosas, mientras Amber Cornelia Escipión dormía plácidamente.

Colette: Sabes, logramos encontrarte gracias a que nos cruzamos con una mujer llamada Kat, como gato. Estaba sola, tenía heridas no mortales y un sentimiento de culpa notable en su rostro.

Ella me sonrió, para luego sacar su libro. Era exactamente igual que antes. La página que abrió tenía los nombres de todos y cada uno de los Brawlers junto con su respectiva foto.

La mayoría estaban tachados.

Colt, Piper, Poco, Sprout, Nita, etc...

Desconocía como es que la fémina sabía que estaban ya muertos. Pero cualquier explicación lógica despareció de mi mente cuando ví el nombre de Sandy tachado con una gran X roja.

Beatriz: ¿C-como sabes esto?— pregunté asustada a la par que interesada

Colette: Es mi trabajo Bea— dijo de forma macabra— ¡Yo los amo a todos! Y es irónico saber cuándo, quienes y como murieron.

Dejó el libro en mis manos, para luego levantarse y caminar hacia el vampiro.

La peli-blanca seguía siendo un enigma para mí. La mayor razón de eso era que no la entendía. Sus comportamientos erráticos, su forma de ser, su conocimiento a veces inhumano sobre mi condición... Era alguien peculiar aquella fémina. Quizá esa fue la razón por la que revisé a fondo su libro.

De un lado habían dibujos hechos a lápiz por ella misma, a juzgar por la firma: una letra A en cursiva, con una virgulilla en un costado. Los dibujos eran de los distintos zombies que hemos llegado a ver. Unos los había visto ya, y otros eran totalmente desconocidos, como un tal Tritón. Lo curioso es que había una página dedicada a Frank Horrigan, solo que sin imagen.

La Plaga De La LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora