Veintitrés

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Las cosas en el cinco-cero seguían como siempre. Casos de asesinatos sin resolver, desapariciones, secuestros, intentos de timo a personas  con mucho dinero... Steve y su equipo no para de ir y venir todo el tiempo y Margo pasa muchísimo tiempo con Jerry en la oficina del piso de abajo. Revisan papeles, escanean informes, reciben llamadas... Margo ya no vomita tanto, el embarazo empieza a darle tregua y sus dos revisiones al doctor han ido genial. No puede quejarse. Lo único que no le gusta es lo mucho que trabaja Mcgarret, pasando noches enteras en las oficinas del cinco-cero. Aunque le hayan dicho que ya está recuperado, Margo no quiere volver a tener que pasarlo mal. Mucho menos ahora, estando embarazada. 

Jerry la trata genial, pendiente todo el tiempo de ella e intentando hacerla sentir bien en todo momento. Es un amor. Kono y Danny también pasan bastante por la oficina para preguntarle como está y si necesita algo. La llevan a comer, le traen agua fría, e incluso le han cambiado la silla por una más cómoda. Al final, el resto se pondrá celoso por las atenciones tan exageradas que recibe. Pero no puede hacer nada, porque cada vez que se queja la hacen callar y ni siquiera le prestan atención. 

Llega a casa tarde, la ha traído Adam porque el resto del cinco-cero estaba enfrascado en una misión bastante importante de la que no han querido decirle nada. Ya no es como antes, aunque lo parezca. Como cuando estaba en la policía y era agente especial, y le da pena. Una parte de ella le gustaría seguir como antes, cuando su único sueño era poder llegar a lo más alto de la unidad y que la condecoraran. Aunque acariciarse la tripa mientras se miraba al espejo por las mañanas, sabiendo lo que crecía allí dentro, tampoco estaba tan mal. Nada mal, en realidad. 

Se da una ducha, mimándose con cuidado durante un rato. Después, sale y se viste con un pijama de verano fresquito antes de ponerse a hacer la cena. Una ensalada con queso de cabra, nueces y mucha fruta. Le apetecía algo fresco y ligero para dormir. Aunque sabiendo que todos -incluido Steve- estaban allí fuera, haciendo dios sabe qué, no iba a dormir demasiado. Se conocía lo suficiente como para saberlo. Si ella no estaba dentro del operativo se ponía muy nerviosa, mucho más si nadie le explicaba que estaba pasando. 

Cena frente al mar, sonriendo ante la brisa marina que le acariciaba la piel. Se metió en la cama, con la TV encendida de fondo, sobre las dos de la madrugada. Steve apareció a las cinco y diez, cuando a Margo se le empezaban a cerrar los ojos. 

- Eh... Pensaba que ya dormías. 

- No puedo, estaba nerviosa. 

Steve se acerca a la cama y le da un beso, colocando su mano sobre la barriga. Es algo que, desde que sabe que está embarazada, siempre hace. 

- ¿Por qué? 

- Por que no sabía donde estabais... ¿Cómo ha ido? 

- Es un caso complicado, Margo. El gobernador nos ha pedido ayuda y la cosa aún no ha acabado. He venido a ver como estabas, porque Jerry me ha dicho que te habías ido a casa. Me ducharé y tendré que volver a irme. 

A Margo no le gusta esa respuesta, pero no dice nada. No puede impedirle que haga su trabajo y salve vidas, porque es su forma de vida y no conoce otra cosa. Además, Steve Mcgarrett es así, y ella no puede -ni quiere- cambiarlo. 

- Vale, cariño. Pero ten cuidado.

- Siempre lo tengo. 

Se va a la ducha y ella se queda allí, tirada en la cama acariciándose la barriga. Solo seis meses. 






Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora