Veinte

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  El aire es frío, pero ni siquiera para abrigarse. En la isla nadie lo hace. Es casi imposible ver a alguien caminando por ahí con una chaqueta o una bufanda, como ella en Los Ángeles cuando iba por las mañanas a la academia.

Se agacha y siente el césped hacerle cosquillas en las rodillas mientras mira las dos placas, una al lado de la otra, que yacen con los nombres de mamá y el tío Jack. A pesar de los años que han vivido en Los Ángeles su tierra siempre ha sido esa isla. Hawái. Con lágrimas en los ojos recuerda todo lo que le ha dado y quitado ese lugar. Todo lo que ha sentido, las personas a las que ha conocido y todo lo que le han enseñado. No es, ni por asomo, la misma Margo que pisó Hawái hace casi dos años.

- Voy a estar bien, ¿vale? Os lo prometo. Esto es solo otra etapa de mi vida que debo hacer sola. – se deshace de las lágrimas y sonríe – Tengo que encontrarme.

Tiene diecinueve años. Ni siquiera ha llegado a cumplir los veinte todavía y ya ha vivido más cosas de las que podrían explicar muchas personas de más de cincuenta años. Ha estado a punto de morir... Ha visto morir a sus seres queridos... Ha sido secuestrada dos veces... Sus días en la policía, los casos que habían salido bien, sus amigos en la universidad... Se ha enamorado como una loca y ha vuelto a caer en los brazos de un amor mucho más infantil y normalizado.

- Ni siquiera sé que voy a hacer... - susurra como si les tuviese delante – Quizá lo único que necesite sea huir lejos y estar conmigo misma. Únicamente.

- Pues espero que decidas volver para estar con nosotros cuanto antes.

Se gira de golpe, con la mano en el pecho y los ojos como platos. Jerry está allí, parado con un pequeño ramo de flores. Le sonríe de medio lado y la abraza cuando se levanta:

- ¿Por qué has venido? Te dije que no quería despedidas...

- Me da igual. Quería verte un ratito más a solas para decirte que te esperamos aquí, que vuelvas cuando te veas preparada porque estaremos aquí para ti con los brazos abiertos. O al menos yo sí.

- Sabes que puedes venir cuando quieras, ¿no? Te dejé mi dirección en una carta en la mesa.

- Lo sé, ya la he leído. – sonríe y la abraza un poco más fuerte – Por eso he venido.

Margo le sonríe con verdadero cariño.

- Te quiero mucho, y te voy a echar mucho de menos.

- Yo también. – se separan y carraspean – Venga, te llevo al aeropuerto.

Conduce con tranquilidad hasta el aeropuerto, con las dos maletas de Margo en la parte de atrás y música suave sonando en la radio. Cuando, por fin, llegan al aparcamiento la chica se gira hacia Jerry y le mira con mucha intensidad.

- A partir de aquí voy a hacerlo sola, ¿vale?

- ¿Estás segura? Puedo...

- Estoy segura, Jerry. Necesito empezar a sentirme sola de una vez.

Jerry asiente, dándose por vencido, y la abraza con fuerza antes de salir del coche y ayudarla con las maletas. En ese momento, lo único que puede hacer es verla caminar, alejándose de él y de la isla, hacia un avión que la llevará a su nueva vida y su nuevo mundo. El que ella misma tendrá que escribir y crear a partir de ahora. Sola.

- ¿Su billete, señorita?

- Aquí tiene. – le tiende el papel y sonríe.

Sube al avión y se acomoda en su asiento para abrocharse directamente y coger su teléfono para escuchar música. Le ha tocado ventanilla, así que puede disfrutar de las vistas de la isla al despegar. No puede evitar echarse a llorar en silencio, preguntándose si es realmente lo que tiene que hacer o solo está metiendo la pata. ¿Y si se está equivocando? Sea como sea, ya es demasiado tarde.

Acaricia con las yemas de los dedos la ventanilla, como quien acaricia algo de mucho valor que tiene miedo a romper. Quizá es ella misma la que tenga miedo de acabar con el corazón roto, más aún. Aunque algo dentro, muy dentro, también parece querer estar a punto de salir. De brillar con mucha fuerza. La certeza de saber que eso no es un adiós, tan solo un hasta luego.

Misión: Infiltración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora